Brexit, la culminación del idilio integracionista

Hacía mucho tiempo que quería escribir sobre este tema tan apasionante de la geopolítica europea, mismo que había postergado por las cumbres internacionales de inicio de año, los conflictos políticos en América del sur, pero particularmente porque muchos analistas esperábamos la serie de votaciones del pasado día 12 y 13 de marzo del presente, para dilucidar sobre el futuro de la relación entre el Reino Unido y la Unión Europea, después del duro revés que sufriera la Primer Ministro británica Theresa May durante el pasado mes de enero, que la llevara a una renegociación en la que se ha convertido en una caótica salida de Gran Bretaña del organismo europeo, mismo que el ´día de ayer 13 de marzo de 2019 fue votado nuevamente en el parlamento británico, teniendo como resultado una salida con acuerdo, aunado a que seguramente el día hoy se solicitará una prórroga a la Unión.
La salida de Reino Unido del modelo integracionista europeo ha como esas relaciones enfermizas, plagadas de apasionamientos, celos, berrinches, dudas, coqueteos y desamor, pero que se resisten a morir pese a que desde hacía muchas décadas por la conveniencia política del momento, es más, pudiéramos decir al tiempo que el ingreso de Gran Bretaña a la Unión Europea en 1973, estuvo plagada de dudas, temor y rechazo por un amplio sector de la sociedad inglesa, principalmente. Toda vez que desde el inicio se pactaron muchas condiciones por parte del gobierno de la isla que geográficamente se encuentra separada de Europa continental por el canal de la mancha, destacando: conservar a la libra esterlina como moneda, incluso frente a la Unión Económico y Monetaria de la Unión Europea (después de la conformación del denominado “bloque del euro”), seguir con el control autónomo de temas fronterizos, económicos, de justicia, de seguridad y derechos fundamentales.
En este orden de ideas, otro punto que siempre le desagradó a Gran Bretaña es que nunca pudo jugar un papel relevante al interior de la Unión (mismo que se fue diluyendo después del gobierno de Margaret Tatcher), por lo que los ingleses tuvieron que conformarse con ver como Alemania emergió como una de las economías más pujantes a nivel mundial (después de ser derruida a la culminación de la Segunda Guerra Mundial y de los cuarenta años que estuvo dividida en dos), además de ver el rápido acercamiento político – diplomático entre Francia y Alemania, lo que les hizo convertirse en los países líderes que llevan el liderazgo de facto en el organismo europeo, aunado a que como es sabido la cercanía entre Gran Bretaña y los Estados Unidos, nunca ha sido muy bien vista por la comunidad internacional desde la Primera Guerra Mundial. Lo que llevó a que Inglaterra, Escocia, Gales, Irlanda de Norte e Irlanda del Sur (países que integran Reino Unido), fueran vistos como una Europa separada desde hace muchos años.
No obstante, desde el referéndum separatista del año 2016 (que significó la tumba política del ex Primer Ministro, David Cameron), Inglaterra particularmente hablando, se ha visto en una pugna constante entre actores políticos pro brexit como el independiente Nigel Farage y el conservador Boris Johnson, así como el líder laborista Jeremy Corbyn quien ha demostrado su rechazo y critica constante al proceso separatista, actores políticos que a través de la crítica voraz contra el gobierno de Theresa May buscan debilitar su gobierno y enrarecer el ambiente político no sólo en Reino Unido, sino en toda Europa, generando el lógico descontento de la canciller alemana Angela Merkel, pero principalmente del presidente de la Unión Jean Claude-Junker, quien ha dado un ultimátum a Gran Bretaña para acelerar el proceso de salida.
Bajo esta óptica, el papel de la Primer Ministro Theresa May en los últimos dos años se ha centrado en ser sencillamente la negociadora entre el parlamento británico, el parlamento europeo y Jean Claude-Junker, por lo que el pasado mes de enero y el pasado día 12 de marzo de este año, el parlamento de Reino Unido, de forma tajante votó en contra de lo que May denominó “el mejor acuerdo posible”. Sin embargo, el día de ayer 13 de marzo el parlamento británico votó a favor de la propuesta de una salida de la Unión Europea a través de un nuevo acuerdo, razón que impulsaría una nueva prórroga para la formalización de la salida de Reino Unido del organismo de integración europeo.
No obstante, ¿Quiénes pierden con el Brexit?, en primer término los jóvenes que al formalizarse este proceso quedarían fuera del más grande mercado laboral, así como de intercambio académico, científico y tecnológico del planeta, en segundo lugar tenemos a los inmigrantes que tendrán aún más complicado el ingreso a Reino Unido como destino para radicar, tomando en consideración que muchos de estos son individuos que buscan refugio de conflictos suscitados en África y Asia, principalmente, por lo que en un tercer término y quizás el más preocupante, sería el regreso de los límites fronterizos, aduaneros, culturales, sociales y hasta religiosos, entre Irlanda del Norte e Irlanda del Sur (países miembros de Reino Unido), que se encuentran a la expectativa del resurgimiento de las diferencias que llevaron a más de 30 años de conflictos entre el gobierno británico y el que ya amenaza con regresar en caso de no llegar a un acuerdo, el Ejército Revolucionario Irlandés (IRA).
Finalmente, decían acertadamente las abuelitas: “A fuerza ni los zapatos entran”, por lo que al perderse las esperanzas de los británicos y europeos de seguir juntos en una unidad integracionista, procede entonces un sano “divorcio”, en donde el dialogo jugará un papel trascendental en las negociaciones para una salida digna, con acuerdos de libre comercio, para que se garantice la paz y la estabilidad socioeconómica y política de las partes, que se merecen seguir trazando en lo autónomo su propio destino.
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