“Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue; pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo”. Platón

Tú y yo hemos sufrido pérdidas irreparables. Aquellas con las que solemos re-aprender (paradójicamente) a vivir, a caminar, a respirar frío lleno de tristeza y melancolía, volvemos al territorio de los recuerdos una y mil veces tratando de alcanzar un nivel de comprensión, nos enajenamos con la múltiple faceta que tiene la pregunta ¿por qué?…tratando, incluso, de encontrar la mejor respuesta que pudiera darle un resquicio de sanación a nuestro corazón partido en mil cachitos, a veces y a menudo cerramos los ojos buscando esa mirada cándida, esos abrazos llenos de sabiduría, el apretón de manos que nos diga que todo pasará y que nada es para siempre, en otros momentos, el aguacero que sale de nuestros ojos a lo que llamamos lágrimas se convierte en una larga, duradera y eterna compañía, que solo sacia nuestro segundo inmediato. En varias ocasiones no tenemos ni siquiera la fortuna de despedirnos y quedamos rotos, marcados y con una cicatriz tatuada en el alma. Este respirar, Sí, este que ahora mismo inhalas y exhalas, lleva consigo un aprendizaje que nada ni nadie te lo enseña. Es cierto que la ley es clara y desde siempre se nos ha dicho que naces, creces, te reproduces y mueres. Pero nadie, absolutamente nadie nos dijo que dolería eternamente. Cuando las condiciones personales, familiares, particulares vaya, suceden, apostamos a no rendirnos, a no claudicar, a seguir por el ejemplo, por el núcleo que nos rodea, pero más aún porque no nos queda de otra, porque con todo el dolor que invade nuestro ser, mientras respiremos hay esperanza, sueños, propósitos y metas.
Hace unas semanas con el viaje eterno de varios deportistas y ex deportistas (QEPD) le decía a Juan, que era demasiado triste su partida y más por las condiciones en las que se dio, además, añadí que de por sí la ausencia física de un ser humano es dolorosa, más lo es cuando es cercano y ni digo cuando es de un familiar. Te conviertes en presa del dolor y del temor a dormir, pero tienes que seguir…seguir…seguir…Ahora sí que no hay de otra.
Con esto, una vez más queda claro que nadie sobre la faz de la tierra tenemos la vida comprada y con un cheque en blanco sin fecha de caducidad, al contrario, estamos destinados a partir tarde que temprano, el detalle es el cómo y que nunca podremos aceptar y menos por las condiciones y arrastre en la que se da.
En el deporte se ha presentado infinidad de pérdidas humanas y de varias maneras. Unas más cruentas que otras, pero al final de la historia queda un hito que comienza a darle un toque de brillo y distinción. Hoy, lamentablemente tocó el turno de Kobe Bryant, su pequeña hija y siete personas más. Ellos, como tú y como yo, hacían lo que más les gustaba y gozaban de sus aventuras y deseos diarios, tenían en mente muchos proyectos y sueños por compartir y alcanzar…sin embargo, el destino o lo que quiera que sea (según tu creencia) les tenía preparado el momento. Cierto, coincidió ciento por ciento contigo, las condiciones a nadie nos gustan y más cuando es alguien cercano. Esta no es la excepción.
Personalmente crecí en otra época del que considero uno de los mejores momentos del basquetbol con íconos que traspasaron fronteras y fueron estandartes no solo del deporte sino de la vida misma, aquellos que se convirtieron en ejemplo de superación en muchos de los casos y que hicieron su máximo esfuerzo por trascender y lo lograron. Apostaron a ser mejores personas a través del deporte y ser portadores de una cultura de paz en la actividad física. Lograron establecer dinámicas de integración para la niñez, juventud y para adultos mayores; luchaban por erradicar los vicios sociales y mejorar la condición de sus semejantes. Yo viví eso con las estrellas de los 80-90s pero la evolución siempre a cada instante nos presentaba más y nuevos ejemplos de superación. Así surgió un joven que anhelaba ser y estar! Y sabes qué? lo consiguió. Hoy en día los niños y jóvenes de este momento deben saber y entender que si bien es cierto en la vida, mientras exista tiempo, no hay nada seguro, deben y tienen que luchar por sus sueños y cristalizar sus ideales, sus compromisos y apaciguar los demonios que cada uno llevamos dentro.
Llego la hora en que el nombre de Kobe se lea como Leyenda y queda en nosotros, los amantes del deporte y del baloncesto y no olvidarlo y darle continuidad a su legado: llevar el deporte a todo el mundo para que seamos felices…o al menos un poco más…snifff

Pásenla bien!