“Solo aquellos que se arriesgan a ir demasiado lejos pueden descubrir hasta dónde se puede llegar”. Thomas Stearns Eliot.

Cada vez que leo esta frase es inevitable sentir y pensar en apostar todas las canicas y desprenderse de cualquier tipo de miedo, temor o pensamiento que te paralice y no te permita dar un paso más. Me sucedió en un momento determinado de la vida y según los médicos le llamaron ataques de pánico y tuve que seguir una rigurosa etapa de transición. Despojarte de las malas ideas, fantasías y visiones alteradas, no era misión fácil, al contrario, era por momentos absorbentes en su totalidad al grado, incluso, de decidir levantarse o caer…
La decisión al cabo de unas semanas estaba tomada. Mi resto de canicas estaba depositada en el círculo imaginario que contenía sueños, desvelos, ardores, punzadas, lágrimas, risas y quizás algo más…no quería ni tenía ninguna intención de verme vencido, tampoco de ser puntual de conceptos de lástima ni compasión. Eso no estaba en mi diccionario ni en mis planes. Seguía lento pero firme con la firme convicción de salir adelante y poco a poco lo logré.
Reconozco que fue sumamente álgido el voraz tiempo, por momentos me inundaba la gris idea de abdicar y no levantarme, pero en otros y los mejores, se apoderaba de mí el famosísimo mí mismo que decía: ni madres! Con todo el dolor del mundo y lo que sea tienes que seguir y seguir y seguir…y heme acá. Por supuesto que corrí con la fortuna y esa pequeña porción de suerte de cambiar el chip y ponerme a la voluntad de mi ser superior. Pero tan solo fui un afortunado a quien se le brindó esa dicha. Hoy en día, es inevitable ser testigos de cómo algunos deportistas y atletas pierden batallas por diversos temas. La experiencia me dicta y seguro estoy, que como auténticos guerreros de vida tampoco pensaron (hasta cuanto pudieron) aventar el arpa y renunciar a sus más grandes anhelos, pero también cierto es que cuando te llaman a dar cuentas es inminente el viaje…
Así ha ocurrido en cualquier parte del mundo, en cualquiera de las esferas de la sociedad y el deporte no ha sido la excepción. Al contrario, cuando damos la vuelta a la página nos encontramos con que un luchador, un entrenador, un jugador, un ex clavadista, se les acabo la misión en la faz de la tierra, situación que no es entendible nunca…
Pero ellos como tú y como yo por supuesto que arriesgaron y pusieron sus vidas en su pasión, en sus disciplinas y en sus familias. Nadie apuesta a perder y quienes son los auténticos ganadores del mundo deportivo bien lo saben. Es cierto, ganar es un acto mágico que emprende el viaje a las letras doradas en los anales de la historia; perder, dignifica el saber reconocer y aceptar y prepararse más día con día y enseñar que la derrota es solo un aprendizaje que, te permite inmediatamente al otro día seguir intentando ser mejor.
Hoy la historia es completamente distinta. Acá no importa la disciplina deportiva en la cual se presenten hechos lamentables, sino la pérdida de un ser humano que dedicó gran parte de su vida al deporte y sus componentes, a ser figura y ejemplo de tenacidad y constancia y a trascender fronteras. Sin embargo también son llamados a ser leyendas y que perdure su esencia hasta la eternidad. Su consigna fue muy clara desde que decidieron apostar por el deporte: ir lo más lejos posible descubriendo cada horizonte que los catapultara al firmamento.
Duele y es lamentable que dejen un hueco total en la familia, en el sector y en la propia sociedad, por tanto hay que reconocer, aceptar y aplaudir, no con un minuto, sino con un: no importa el tiempo! aplausos y vitoreadas porque hasta su último momento fueron arriesgados…hasta donde pudieron llegar…
Y cierro también con este viejo adagio deportivo: […en la vida como en los deportes…solo triunfan quienes se arriesgan…]
Pásenla bien!!!