Nuevos rostros viejas prácticas

Entre empujones, gritos, forcejeos y un proceso plagado de irregularidades e inconformidades, fue como se dio la votación y el nombramiento de Rosario Piedra Ibarra como titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), organismo público autónomo es decir, que no depende de ninguna otra autoridad. Su misión se encuentra centrada en la defensa, promoción, estudio y divulgación de los DH reconocidos en la Constitución Mexicana, los tratados internacionales y las leyes.
En un país como México, donde la violación a los Derechos Humanos se ha dado casi de manera sistemática, se requiere de un titular que tenga un prestigio social que le permita actuar de manera independiente e imparcial, no ser parte del ejecutivo o de ninguno de los tres poderes del gobierno a fin de actuar con apego a la justicia, al derecho y la razón.
Estamos frente a un nombramiento que no cumplió con los procedimientos legales, donde se ha pasado por alto que además de Rosario Ibarra había otros 56 candidatos de entre los cuales no se sabe cómo se decidió la terna y si en realidad eran los perfiles idóneos. Se suma otra agravante, haber sido dirigente del partido que hoy está en el ejecutivo, que de acuerdo al Art. 9. de la CNDH, las personas aspirantes no debieron tener un puesto directivo en algún partido político mínimo un año previo a su designación, por lo cual resulta indignante que el senado se haya prestado para una imposición de este tipo.
El tema de la titularidad del cargo no tiene o tendría que ver con simpatías, con un tema de cuotas o de cuates, es un tema serio pero al parecer nuestros queridos legisladores una vez más dan muestra de lo que les importa trabajar por construir desde el espacio donde están un mejor país habido de confianza y que ante acontecimientos de esta naturaleza, lo único que logran es seguir abonando a la fragmentación social que actualmente se vive.
Nuevamente caemos en este país de la simulación, donde el presidente al decantarse semanas antes por quien consideró sería la mejor candidata, terminó por viciar el proceso de origen. La nueva titular debe hacer frente a la primera queja, enfrentar su propio nombramiento e ir contracorriente al llegar con tan poca legitimidad.
México y la CNDH no merecían un nombramiento así y es una oportunidad desaprovechada por parte del actual gobierno para demostrarnos que la 4T existe y no es solo un discurso, porque ante decisiones de este tipo, la idea de un cambio se desvanece y lo que nos queda es ser espectadores de la sustitución de una élite por otra, el nombre es distinto, pero las formas al parecer no cambian.
La constitución es clara y no se cumplió lo que establece y la ligereza de pensar que no pasa nada con que Rosario Ibarra llegue de esta manera no puede pasarse por alto, atenderá a víctimas, a personas que están cansadas de la injusticia e inoperancia del Estado y lo menos que se les debería estar ofreciendo es al mejor perfil para asumir el reto de tratar de sacar al país de esa enorme crisis en materia de DH que se tiene desde hace décadas.
Se debe tener conciencia que se está en ese lugar en representación de la sociedad para emitir recomendaciones y no felicitaciones, por lo que es de suma importancia que el titular no se deba a los partidos políticos, o bien, a un político sino a la sociedad. Al día de hoy existen quienes defienden la legalidad y transparencia en el proceso de elección de la actual titular pero en realidad, lo único transparente el día de la votación, fue la urna.