Lo cotidiano de la violencia

El pasado 17 de octubre, será recordado como un jueves trágico, un día que nos hizo recordar y lamentablemente a muchos otros, experimentar en carne propia el alto nivel de violencia que impera en el país resultado no, precisamente del actual gobierno, sino de gobiernos y gobernantes que actuaron bajo una lógica errónea y tomaron decisiones poco acertadas y efectivas en aras de pacificar al país.
Lo acontecido en Culiacán, que dicho sea de paso carece de elementos para saber a ciencia cierta qué es lo que paso, hizo que a más de uno nos quedara claro que el llamado a los abrazos y no balazos no es precisamente la solución a un problema de tal envergadura como el narcotráfico, la violencia e inseguridad. Pensar que con discursos de amor y felicidad o diciendo “fuchi, guácala” y un llamado a que se porten bien los integrantes del crimen organizado esto se va a solucionar, a estas alturas más que irrisorio es ofensivo e inadmisible.
Lo que se sabe es que efectivos de la guardia nacional y de la policía ministerial militar, intentaron capturar a uno de los hijos de Joaquín Guzmán Loera, Ovidio Guzmán López pero, aquello fue un verdadero fracaso, ya que además de que no se le capturo, se obligó al gobierno a retroceder, ya que por una horas Culiacán fue tomada por el crimen organizado, muertos, heridos, balaceras, autos quemados, bloqueos y fuga de reos son parte de las escenas de terror vividas aquella tarde.
Las múltiples explicaciones que se han dado lo único que dejan claro es que nadie quiere asumir la responsabilidad, nos mintieron cínicamente y frente a las cámaras y me refiero particularmente a las declaraciones del Secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, quien al pasar de los días compartió diferentes versiones de lo acontecido.
Lo que se debe hacer es reconocer que la “estrategia” si es que la hay, no está funcionando, es hora de hacer un alto y replantearse cuál será la forma de actuar de este gobierno ante un problema mayúsculo que se nos está saliendo de las manos. Basta de seguir mirando al pasado para repartir culpas y cada mañana recordar lo mal que han actuado los gobiernos anteriores.
Dirigir una nación no es fácil, pero quien ha dicho en más de una ocasión que ha recorrido todo el país debió saberlo y así decidir si se estaría dispuesto a asumir el gran desafío de gobernar a México. Hoy, injusto sería pensar que la guerra está perdida, se perdió una batalla pero Culiacán exhibió las contradicciones profundas de la ausencia o deficiencia de una estrategia de seguridad, fallas en términos de coordinación que costaron más de una vida e hizo darnos cuenta que la 4T y el gobierno del cambio, no está cambiando nada.
Esto no es cuestión de mano dura, ya que lo que se necesita es una mano estratégica, una mano inteligente, el gobierno quiere vender lo acontecido como la victoria de un humanista que debe ser reconocido y esto, no precisamente es así. Alguien es responsable de lo que paso en Culiacán, lo más sensato es aceptar y asimilar el golpe, así como cambiar el discurso del pueblo bueno. Es necesario repensar varias cosas, escuchar otras voces, definir de manera clara y razonada hacia dónde vamos, ya que de los errores también se aprende.
No sabemos y probablemente nos quedaremos con la incógnita de que es lo que realmente sucedió esa tarde, no se tiene conocimiento certero del número de personas que perdieron la vida, ni quien mando la orden del operativo.