Ayotzinapa: entre la injusticia y la esperanza

Este jueves se cumplieron cinco años de aquella noche que cimbró a buena parte de la sociedad mexicana, cinco años que nos hacen transitar entre el dolor de la ausencia de esos 43 estudiantes “desaparecidos” que forman parte de los más de 40 mil que tenemos en el país, y la esperanza de pensar que en este gobierno se pueda resolver este caso considerado como muestra emblemática de la impunidad en la que vivimos.
La sociedad mexicana merece saber qué es lo que realmente sucedió en Iguala, Guerreo, entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre del 2014, ya que desde aquella noche, las familias siguen sin saber dónde están sus hijos, seguimos sin saber su paradero, sin tener acceso a la justicia para saber dónde están, quiénes son los responsables y tener una versión que nos pueda relatar de manera clara que es lo que realmente paso.
De la misma manera en la que, a pesar de los años transcurridos desde 1997, la matanza de Acteal persigue al ex presidente Ernesto Zedillo, así, la sombra de la desaparición de los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos acompañará a Enrique Peña Nieto, aunque con esta memoria tan corta que como sociedad tenemos, la duda es que tanto les puede preocupar o impactar a estos personajes en su día a día, esta situación de la que fueron participes.
En el caso Ayotzinapa, se asume como figura responsable al ex presidente Peña Nieto, que como jefe de Estado tuvo que dar puntual seguimiento a este caso para su esclarecimiento no obstante, que no se olvide que cuando ocurrió la desaparición de los 43 normalistas, Iguala estaba gobernado por Ángel Heladio Aguirre Rivero y José Luis Abarca, entonces alcalde de Iguala que junto con su esposa, María de los Ángeles Pineda, y Felipe Flores, jefe de la Policía Municipal, fueron señalados en algún momento como responsables de lo acontecido en la que fue denominada como la noche más triste.
A principios de 2015, Jesús Murillo Karam, entonces titular de la PGR, dio a conocer las “conclusiones” de la investigación sobre la desaparición de los jóvenes normalistas y se afirmo que estos, habían sido asesinados por el grupo criminal, Los Rojos, y, que habían sido incendiados en el basurero de Cocula, al lado de Iguala, para su mala fortuna, en septiembre del mismo año, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI)
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, presentó su informe sobre lo ocurrido en Iguala, en el cual se dio a conocer que “es científicamente imposible que los normalistas hayan sido incinerados en el basurero de Cocula”.
Lamentable que aquella que intentaron “vender” como verdad histórica se viniera abajo, pero Ayotzinapa no es responsabilidad de peritos, jueces, ministerios públicos, este caso como muchos otros es responsabilidad suya y mía, porque si no exigimos que las instituciones responsables de impartir justicia funcionen, porque habrían de funcionar, sino exigimos responsables, porque habría de haber, porque no son 43, nos faltan más y sigue sin pasar nada, lo que nos demuestra esta increíble capacidad de la sociedad mexicana de adaptarse a todo.
Lo que hoy sabemos es que uno de los principales responsables baila alegremente al ritmo de Los Ángeles Azules y se pasea por las calles de Nueva York, que “alguien” construyo una mentira y se ha encubierto a quienes la construyeron a costa de la posibilidad de conocer la verdad. El Estado apuesta por el cansancio y el agotamiento de la sociedad civil, lo que va cerrando caminos y generando vías de frustración hacia la movilización. El caso ha sido retomado nuevamente, esperemos que esta vez las cosas sean distintas y mientras tanto, no olvidemos que 43 familias siguen en pie.