CASTILLOS EN LA ARENA

Julio está llegando a su ecuador y en él damos la bienvenida a la segunda ola de calor del verano. Es lo que nos toca. La estación estival suele tener estos episodios puntuales y los quejicas aprovechan para hacer su agosto contra las altas temperaturas y, por supuesto, el calor que hace en verano. Algo que de por sí va implícito en esta estación. Si eso sirve para soltar el estrés acumulado y la irritación que provoca el termómetro desbocado, habrá que aceptarlo aunque no hay porqué compartirlo.
Buscando siempre el lado bueno de las cosas, hay que pensar en las vacaciones o en las alternativas, que hay muchas, para mitigar la situación que tan adversa es. Es cierto que cerca del mar o perdido en la montaña todo se lleva mejor, pero en las ciudades hay piscinas y pantanos próximos para darse un buen chapuzón.
En la playa, por ejemplo, a mí me sucede que consigo evadirme aunque sea por unos momentos de la realidad que protagoniza mi día a día. Es un buen sitio para construir castillos en la arena que permiten hacer borrón y cuenta nueva. Estos los moldeamos a nuestro antojo. Pueden ser más grandes o más pequeños pero siempre serán el reflejo de nuestra imaginación. Una imaginación que, haga calor o no, siempre nos acompaña para construir sueños y para hacernos pensar que todo puede cambiar. Los castillos en la arena tienen una duración determinada y cuando caen podemos volver a levantar otro igual o más grande que el anterior. Incluso aferrarnos a la arena mojada que todos sabemos de su fortaleza. En la vida sucede algo parecido porque de nosotros depende que cuando caigamos nos levantemos con más fuerza y más seguridad en nosotros mismos. La autoestima es ese castillo que se va moldeando con los años y que tiene sus altibajos, pero nunca puede caer porque ser fiel a nosotros mismos es la base más sólida que podemos construir. El que dirán nunca podrá erosionar a quien conoce perfectamente sus virtudes y, por supuesto, sus defectos. De los primeros y de los segundos siempre se aprende pero también evolucionan a medida que vamos cumpliendo años.
Un año más frente al mar, construyo nuevos castillos de arena mientras me permito mirar a lo lejos y contemplar la inmensidad de un Mediterráneo que me ha visto crecer y con el que he soñado unos sueños, valga la redundancia, que ya puedo decir que se han hecho realidad. Una satisfacción infinita que no sacia mis ganas de continuar elaborando nuevos castillos. La vida está para vivirla y para disfrutarla, pero también hay que soñarla y despertarse en el momento justo para que la imaginación ceda ante nuestra acción y, obviamente, ante la realidad.
Una realidad que está cargada de grandes ilusiones. Unas ilusiones que no pueden faltar nunca porque son el mejor motor para afrontar las contrariedades que el día a día nos presenta. Seamos conscientes que el calor pasa, que el verano también, pero cada día que pasa es un día que no vuelve. Los castillos de arena no solo están en la playa, los castillos de arena están… Cada uno que complete la frase como crea conveniente.