Crítica pequeña al socialismo.

Hay una crítica muy férrea en el sistema social actual, la democracia y el capitalismo. En esta nota vamos a hablar de la segunda, esa cosa que cada vez que puede AMLO reniega sobre de ella.
Primero hay que decir que el socialismo puro no existió nunca, puesto que el progreso viene y siempre provendrá de quien se esfuerce en mejorar los productos y en hacerlos más eficientes al menor costo. Esta circunstancia solo la brinda el mercado. En el socialismo no existe el mercado, pero todos los productos que se dan a la población provienen del capitalismo, del mercado y de la competencia. ¿cómo es eso? Pues porque el la semilla de frijol ya fue tratada en una granja para asegurar su crecimiento, los productos que se le colocan de abono surgieron de un laboratorio que fue pagado por una industria que recibe un beneficio de ello, las máquinas que cosechan nacieron en una revolución industrial y el plástico que envuelve a los kilos de frijol, surgió de tratar de encontrar un sustituto barato y eficaz del papel.
A ciencia cierta, nunca existió el socialismo porque ningún país logró salirse a nivel mundial del mercado, siempre tuvo que depender de importaciones y exportaciones. Cuando China logró cerrar sus fronteras al abrirlas notó el rezago que había en todos los ámbitos sociales, la desigualdad entre su sociedad y la del mundo; cuál fue su lección que unas décadas después sería el principal promotor de la libertad de la propiedad intelectual y del mercado capitalista que, por cierto ya va dominando.
La discusión entre socialismo y capitalismo terminó igualmente hace algunas décadas, cuando la caída del muro de Berlín en el 89, puesto que desde aquella época quedó claro que la “protección” de la población, para que todos sean iguales, no generó bienestar.
Ahora a esa vía en la cual la mayoría de los productos y servicios son de libre mercado y que algunos que son prioritarios para la sociedad son de dominio o monopolio Estatal, se le da el nombre de tercera vía. Eso es lo mejor que se nos ha ocurrido para generar mayor bienestar, no es la panacea ni lo máximo. El socialismo que repartía de bienes y servicios iguales a las personas, solo generaba conformismo y una sensación de injusticia con la entrada en escena del “free rider”, aquel que sin hacer nada se merece lo mismo que el que más trabaja.
Al final en el socialismo no hay competencia ni colaboración, lo cual hace que los productos se estanquen, no se actualicen ni se desarrollen, esto a la larga desincentiva la mejora en tecnología, en herramientas y detiene el avance económico social.
Hoy por hoy tenemos como ejemplos de socialismo (mal habido) el de Venezuela y el de Cuba. El primero transitando por el totalitarismo, puramente dictatorial, generando una inflación sin precedentes en la historia del mundo, sumiendo en la más profunda pobreza a todos los residentes, políticos, inversionistas y sociedad en general sin importar su posición económica. La segunda transitando hacia la democracia y coqueteando con el capitalismo, pero sin dejar de ser socialista, dándole a cada quien su parte por igual y proporcional, pero eso sí, su presidente con iPhone y iPad, entonces digamos que algunos sí pueden disfrutar de las mieles del capitalismo, dentro de un socialismo.
Se ha encontrado que entre más abierta la economía de un país, mayor es el beneficio al que pueden aspirar sus habitantes y también es mayor el riesgo en caer en una desigualdad brutal. Es ahí donde entra la tercera vía, clavando puntos de control importantes para que todos los sujetos que han caído en alguna desgracia o en un error, encuentren las mismas oportunidades de desarrollo de su propia economía. Ahí es donde interviene el Estado, en procurar que la desigualdad no sea grande y que todos puedan aspirar a un máximo bienestar si trabajan duro y se esfuerzan en superarse.