O todos coludos, o todos rabones

Que palabras tan elocuentes hoy en día. A muchos nos queda como anillo al dedo y a otros ni siquiera incomoda el dicho popular que tiene toda la intención de una reflexión y crear consciencia, sobre todo, en estos momentos llenos de incertidumbre, donde solamente podemos aspirar a estar mejor cuando estemos más unidos, más comprometidos, sin bronca, sin detalles, malentendidos, reacciones sin ton ni son, suposiciones e imaginaciones que solo conducen a otro caos. Esto es lo que no nos merecemos y menos para nuestras familias, hijos, amigos y por ende la población en general. Hemos atravesado -como seres humanos- las profundidades de los mares, surcado el cielo de un lado a otro, flotar en el espacio, observar lo inimaginable a través de la lente, escuchado el silencio del sonido, coloreado lo blanco y negro, transformando lo oscuro en luz, también, pasamos las de Caín y Abel, con todo lo que implicó; guerras, azotes, etcétera, pero nada ha sido comparable con el devastador paso de la pandemia por el Covid-19 y, lamentablemente, aún sigue su curso y trayecto a pesar de los inmensos e intensos esfuerzos de la ciencia por erradicar dicho mal, pero también es cierto que cada día es una nueva oportunidad de seguir luchando hasta el final, y conste, esto no es falso positivismo, al contrario, es un ideario plagado de alta esperanza en que todo pasa y todo cambia y todo se puede.
Pero bueno, en el deporte también existen motivos suficientes para traer a tema este genérico y en muchas ocasiones mentado dicho. Cuando se usa el “todos coludos o todos rabones” se intenta presuponer que las posibilidades son las mismas: estar coludo o rabón… la idea en este caso del deporte en general en cualquiera de sus disciplinas y /o expresiones, así como en casi todos los ámbitos de la vida, es que lográramos -todos- estar parejos, ya sea en exceso o en falta, pero desgraciadamente casi siempre lo sacan cuando se trata de falta, y claro esta cuando “alguien” y/o una autoridad pretende justificarse con argumentos muchas veces no válidos, por lo que sería necesario, primero, asumir y crear las posibilidades para que todos pudiéramos -de manera pareja- ir a más y no a menos. Me explico mejor.
El caso en un desborde de alta atención que circula por doquier, es el del tenista serbio Novak Djokovic, quién acudió a Australia para tomar parte del Grand Slam de dicha nación, solo que asistió sin que estuviera vacunado contra el Covid, razón por la cual el gobierno australiano en estricto apego a sus protocolos de seguridad sanitaria y, además, a los planteamientos mundiales sobre el caso específico, confinaron al tenista en un hotel hasta que se resuelva si se le es autorizado la posibilidad de quedar exento de la vacuna y jugar en el Abierto, o ser expulsado del país y cancelarle su visado por un lapso de tiempo por violación a los derechos humanos y sanitarios, es decir, en todo el orbe lo que se busca afanosamente es combatir el mal y que todos multipliquemos las medidas regulatorias, no se trata -creo- de una condición individual que aparentemente no perjudicaría a nadie, ¡al contrario! una simple y compleja decisión personal puede abrir la bóveda de lo caótico y de la propagación con múltiples contagios y entonces una vez más se convertiría en retroceso.
El tema es escabroso por donde se le vea, los de la vieja ultranza defensores del individualismo no lo ven con malas intenciones -que no se trata de eso- y justifican un acto meramente personal y de escepticismo al de la generalidad y han querido lograr la igualdad llevándonos a un ejercicio de “respeto” pero lleno de miedo y perdón, pero ¿qué nos brinda eso a cambio? ¿alguien está mejor con que Djokovic juegue o no? yo sigo y me mantengo apegado a las medidas sanitarias, sigo los protocolos, me cuido y cuido de los míos y de la gente que me rodea, no me vale madres ni hago como que no pasa nada, insisto, pasa y ¡pasa mucho! Tal vez, muchos piensen que, en ciertos casos -como el de Nole-, las acciones descritas se pueden llevar a cabo sin problema, pues no se daña nada ni a nadie, pero no es así. Las acciones contravienen acuerdos entre un grupo que se preocupa por procurar una sana convivencia, cuidar la integridad personal y colectiva, y evitar desgracias que lamentar.
En fin, seguramente habremos de seguir reflexionado muchas veces en lo que pasaría si no existieran acuerdos y reglas en el hogar, la escuela, el trabajo, en todas las aristas de la vida ¿verdad? entonces tenemos que llegar a la conclusión de que la coexistencia o convivencia en la familia, la comunidad escolar o el deporte y sus múltiples disciplinas en el mundo entero se dificultaría, y seguramente viviríamos al borde del caos…y entonces sí: ¡o todos coludos, o todos rabones!
Pásenla bien!!!