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¿UNAM de derechas?

Las universidades públicas son un mosaico de lo que sucede en la sociedad y que se han caracterizado entre muchas otras cosas por producir muy buenos científicos para el país, por nutrir al sector público y ser progresista y sí, ser de izquierda. La universidad pública alude a una comunidad diversa, plural, políticamente activa que se ha manifestado constantemente por la democratización de este país y prueba de ello, el logro electoral en 2018, que en gran medida se debe a la movilización de las y los universitarios a lo largo de varios años.
En la universidad pública hay de todo, gente que está convencida de estar con la 4T y también con posturas neoliberales, receptora de diversas corrientes de pensamiento que deja entrar el conocimiento desde diferentes perspectivas que son de utilidad para el desarrollo del país y de la educación.
En cuanto a las declaraciones del presidente sobre la postura neoliberal y de derecha por parte de la UNAM, efectivamente, el país ha estado en una tendencia hacia el neoliberalismo, pero en todas las disciplinas ha existido una crítica constante hacia este modelo que paradójicamente el presidente rechaza en el discurso, pero en los hechos, lo mantiene.
Este señalamiento por parte del presidente nos guste o no, da paso a discutir el tema de la universidad y lo que sucede al interior de la misma, ya que esta institución no es una entidad químicamente pura y a la que no haya nada que cambiar, por el contrario, hace falta una revisión responsable que venga desde el interior, y que desde hace mucho está pendiente y no es precisamente en los términos que el presidente ha dicho, desde una perspectiva moral, con una crítica al compromiso social que es muy debatible cuando hemos visto a generaciones de estudiantes que han salido a defender la educación pública desde el apoyo y acompañamiento de movimientos como el Zapatista, el caso Ayotzinapa, el movimiento feminista, hasta alumnos que se han solidarizado con sus profesores de asignatura ante los bajos salarios.
Lo que hoy ofrece la universidad a la mayoría de sus docentes son trabajos precarios, ya que de acuerdo con una investigación realizada por Sinembargo, los docentes de asignatura son más del 70 por ciento del personal que da clases en la UNAM y paradójicamente son los peor pagados. Mientras que los profesores de asignatura ganan entre mil 700 pesos o poco más de 4 mil pesos; otros maestros, los de tiempo completo, reciben remuneraciones de más de 20, 30 o 50 mil pesos, y en algunos casos; la élite, por encima de los 100 mil pesos. Situación que se replica en otras universidades públicas estatales.
Esta injusticia se evidenció hace unos meses con el movimiento la UNAM no paga, lo cual resulta inaceptable para la que es considerada la universidad más importante del país y con una presencia notable en América Latina. Enrique Graue, ha mencionado que la casa de estudios ocupa el lugar 83, entre más de 550 instituciones de educación superior evaluadas en el Ranking de Empleabilidad de Graduados QS 2022, pero no habla de los salarios de hambre para profesores temporales que tienen que correr entre clases y universidades para completar un salario modesto si únicamente se dedican a la docencia, esto es lo que se debería estar discutiendo y llamar nuestra atención más allá de lo que diga el presidente.
AMLO se equivoca una vez más con las generalizaciones que anulan a las voces y visiones críticas que también están al interior de las universidades, capaces de defender temas ambientales, económicos, políticos, sociales y culturales, por lo que esta generalización sin matices no ayuda a comprender la complejidad de la UNAM y las pugnas que se han gestado internamente, donde es innegable que existen sectores que han ganado terreno y se han conducido hacia un libre mercado, pero también ahí han estado los sectores que resisten tanto en sus académicos pero especialmente entre sus estudiantes.
Se requiere un sistema público de universidades fuertes y consolidadas académicamente que permita llegar a ser un país más desarrollado por la vía del conocimiento y así cumplir con una de sus funciones esenciales, el bien común. No le tengamos miedo a la crítica, reconozcamos que la universidad pública nos ha dado mucho, pero sin duda, hay cosas que deben cambiar.