Consumo de marihuana: regulación o prohibición

En una sociedad como la nuestra, es decir; conservadora, hablar del consumo de drogas no es sencillo, pero es necesario e impostergable. No podemos seguir volteando la mirada, negar la situación y ser simples espectadores de los costos que trae consigo el no atender esta problemática, que dicho sea de paso, se encuentra cargada con un alto prejuicio social.
El pasado 08 de noviembre, la entonces Senadora Olga Sánchez Cordero, presentó una iniciativa para la regulación y el control de la marihuana para su uso comercial, terapéutico, paliativo, científico y de investigación, así como para el autoconsumo.
En este sentido, el Plan Nacional de Desarrollo (PND) presentado el 30 de abril, menciona que la estrategia contra el consumo de drogas que se ha mantenido en México es “insostenible” y se ha reflejado en un aumento de la violencia, crimen organizado y por supuesto, en un tema de salud pública. El Plan advierte que el prohibicionismo no se ha traducido en una reducción del consumo de estas sustancias, sino que criminaliza a los consumidores y reduce sus probabilidades de reinserción y rehabilitación.
El tema se debe abordar desde lo jurídico, pero no se puede negar que en lo ético causa escozor, el consumo existe y esto difícilmente va a cambiar, por lo que se debe pensar en formas de consumo menos riesgosas y educar a los adolescentes y jóvenes como se hace en materia de sexualidad, enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados etc., lo mismo se debe hacer en el caso del consumo de la marihuana, orientando sobre los riesgos y daños que puede ocasionar al individuo.
Hablar abiertamente sobre el tema de las drogas y, en este caso de la marihuana, es de las estrategias más efectivas ya que aun con la regulación, los menores de edad eventualmente podrán acceder a ella, así como actualmente sucede en casos como el del alcohol o el cigarro sin embargo, su acercamiento puede ser distinto, ya que la información proporcionada no necesariamente vendrá desde el prejuicio o de una postura de buenos y malos, lo cual representa un gran avance.
No podemos compararnos con países como Holanda, Canadá o Estados Unidos donde se ha legislado en la materia, pero, podemos aprender de su experiencia y trabajar en una verdadera política pública donde se transite de la ilegalidad a un mercado regulado, teniendo presente que muchos de los consumidores son usuarios funcionales, y así como aquel que toma una copa de vino por las noches no desarrollará necesariamente alcoholismo, lo mismo pasa con aquellos que consumen una substancia como la marihuana.
Los usuarios merecen ser vistos desde una óptica distinta, donde no sean víctimas de estigmatización o percibidos como delincuentes o enemigos sociales por parte del propio Estado, por lo que el llamado es a ampliar el diálogo para entender la cadena de producción de la marihuana, comprender que la regulación significa el establecimiento de reglas claras sobre la producción, venta y compra, así del cómo y el dónde se pueden realizar estas actividades.
Este es uno de los temas que verdaderamente nos puede significar una transformación. El uso o no, de una substancia como la marihuana no debe representar una condicionante para el ejercicio pleno de nuestros derechos y tampoco nos define o debe marcar nuestra trayectoria de vida. La prohibición no funciona y nunca lo hará, y aunque cueste reconocerlo y aceptarlo, es una realidad que muere más gente por el combate a las drogas que por el propio consumo, entendamos; lo que no se regula, no se controla.