Reacomodos Políticos

Para quienes escribimos a veces resulta complicado elegir un tema, ajustarte a cierto número de caracteres con el único objetivo de brindar información certera y verídica, por lo menos en mi caso, siempre tratando de acercarse a eso que muchos dicen que no existe; “la objetividad”, sin embargo, bajo el supuesto de que es así, vale la pena intentarlo y si no es objetividad, podemos nombrarlo como “un punto de vista equilibrado” que no es bueno ni malo, sino todo lo contrario.
Uno de los temas que merece ser tratado con la mayor responsabilidad y seriedad, es la violencia por parte de la delincuencia organizada, en los últimos días más presente y cada vez de forma más brutal y sanguinaria. Este hecho, sigue enlutando a más familias en nuestro país, familias que en muchos casos nada tenían que ver con actos ilícitos, solo estuvieron ahí, en el momento y la hora equivocada.
El gobierno ha mostrado su debilidad para hacer frente a la ola de violencia generada por parte de estos grupos, estrategias fallidas o inexistentes, complicidades, pactos o acuerdos con el ámbito político y empresarial, son elementos que se deben poner sobre la mesa para entender lo que se ha vivido en Reynosa, Zacatecas, Michoacán y la carretera Monterrey- Nuevo Laredo, solo por citar algunos casos de violencia y criminalidad ocurridos recientemente.
La pérdida de vidas y las desapariciones de las cuales nos hemos enterado recientemente, no pueden ser atribuibles directamente al gobierno en turno, lo cual no lo exime de atender el asunto, no obstante, debemos mirar en retrospectiva y tratar de ser críticos y “objetivos” a la luz de los hechos que nos colocan en tan preocupante situación.
En el año 2000, el año de la alternancia que al parecer no solo fue política, sino también criminal, hay dos sucesos significativos que recordar, la fuga de Joaquín Guzmán Loera del penal de Puente Grande en Jalisco, esto, a unos días de que Vicente Fox asumiera la presidencia, caso que generó mucha suspicacia ya que se llegó a mencionar que él no se fugó, sino que “le abrieron la puerta”, vaya dato. En ese mismo sexenio, se da la incorporación de Genaro García Luna a los cuerpos de seguridad, ahí nació la Agencia Federal de Investigación (AFI) en noviembre de 2001.
Pasando al sexenio de Felipe Calderón, Genaro García Luna fungió como secretario de Seguridad Pública, pero recordemos que actualmente está en la cárcel acusado de traficar drogas desde 2001 a 2019, y de trabajar para el Cártel de Sinaloa, esa era la estrategia de “la llamada guerra contra el narcotráfico “seguramente, tener lo más cerca posible al enemigo.
En el 2012, cuando Peña Nieto asumió el gobierno, continuaría casi intacta la política contra las drogas de sus predecesores y el resultado fue el mismo, más violencia, más desaparecidos, más violaciones a los derechos humanos y el país siguió de tragedia en tragedia, aunado a la creciente corrupción e impunidad, y la opacidad se apoderó de los órganos que debían combatir a los criminales.
Lo que hoy se vive en México, no es algo que surgió ayer por la tarde o en 2018, es consecuencia de décadas de colusión al más alto nivel, es la herencia de todos estos arreglos entre políticos y grupos delincuenciales. Tenemos un país hecho trizas con fuerzas de acción criminal que se han venido consolidando y un Estado que parece configurado para que la delincuencia crezca, prospere y no solo la delincuencia organizada de grupos criminales, sino la delincuencia organizada de cuello blanco, esa de la que seguimos esperando resultados con un caso como el de Emilio Lozoya.
Actualmente contamos con regiones completas afectadas por el tema de la violencia, pacificar al país con tantos frentes que combatir no es sencillo. Uniforme nuevo y nombre nuevo no garantiza un cambio significativo, el país está militarizado y parece que nada cambia, la estrategia de abrazos y no balazos, tampoco ha dado resultados, pero tengamos memoria, lo que hoy se vive, sí, es resultado de las decisiones poco acertadas o desafortunadas de este gobierno, pero también de reacomodos políticos previos que tienen nombre y apellido.