VACUNAS

Más de un año esperando a que llegaran las vacunas y ahora que ya están aquí hay quienes renuncian a ellas. Las noticias que han aparecido los últimos días lo único que han conseguido es que cunda el pánico. Un pánico que nace sin una base científica y que lo único que consigue es ralentizar el proceso de vacunación. Los que estamos deseando vacunarnos no entendemos la negativa de quienes rechazan el pinchazo que les protege contra el virus que tantas vidas se está llevando por delante. No hay que olvidar que seguimos en pandemia y que las “famosas” olas todavía no han terminado. Vacunarse salva vidas y su riesgo es mínimo y, por supuesto, asumible.
Asumir que es el principio del fin sería una buena opción para aceptar la vacuna, de hecho, me alegro por todos mis amigos que ya la han recibido. Sin duda, anhelo recibir mi citación para acudir a dónde sea porque ese pinchazo me da más tranquilidad que miedo. El miedo se conquista asumiendo que el presente pasa por aceptar el esfuerzo titánico que han hecho los científicos para dar con la clave que nos proteja. Vacunarse es algo que sabíamos qué teníamos que hacer y, por supuesto, sabíamos que implicaba sus riesgos como cualquier medicamento que tomamos en nuestro día a día.
Un día a día que sigue marcado por la pandemia y al que nos gustaría añadir costumbres de nuestro pasado. Llevamos mucho tiempo recordando nuestra antigua normalidad, añorando los abrazos y los besos, extrañando las reuniones con amigos y los viajes sin restricciones… Éstas son solo algunas de las cosas, pero hay muchas más. Mirar al pasado es ver una realidad que ya no existe, pero que anhelamos que regrese. De ahí, que la vacuna cobre aún más importancia. Es cierto que cada uno es libre de elegir lo que quiere, pero parece mentira que con todo lo que llevamos encima haya quienes se nieguen a vacunarse por lo que pueda pasar… Por poder pasar pueden pasar muchas cosas, porque el futuro siempre será incierto, pero los tiempos que corren aún más. El riesgo de contagio sigue estando ahí y las cifras nos demuestran que la vacunación funciona para frenar su expansión. Me alegra leer como animan por la redes sociales quienes ya tienen su primera dosis puesta o las dos a aquellos a quienes el miedo les está ganando la batalla. Entre todos y sacrificando demasiadas cosas hemos llegado hasta aquí, por eso, es justo que sigamos unidos para poner punto final a esta terrible pesadilla. Sin duda, un final que pasa por ese pinchazo.
Un pinchazo que anhelo con muchas ganas. Me encantaría recibir la cita para acudir a vacunarme más pronto que tarde. No tengo ninguna duda de que todo llega. Iré con mi mejor sonrisa debajo de la mascarilla porque sé y estoy convencida de que es por mi bien y por el bien de todos. Prefiero asumir ese mínimo porcentaje de riesgo que hay en ellas ya que a su vez sé que gano tranquilidad. El virus no da tregua a nadie, y aunque haya que seguir teniendo precauciones, pensar que estás más protegida es suficiente motivo para dejar al miedo de lado.
El miedo nunca es un buen aliado y vencerlo es un gran logro. La vida me enseñó a afrontar las situaciones como vienen y a luchar, con los riesgos que eso conlleve, por vivir. Y vivir, precisamente, siempre implica riesgos, y ahora no hablo de las vacunas… Seamos conscientes que la vida son dos días y que esta pandemia nos ha arrebatado demasiadas cosas, así que con el aval de la ciencia vacunémonos porque día que pasa, día que no vuelve. Y estoy segura de que nos quedan muchas experiencias por disfrutar y la vacuna es, sin duda, el principio de todas ellas. Es el principio de otra normalidad. ¿A quién no le gustaría convertir sus mejores recuerdos del pasado en su presente?
¡Vacúnate!