El devenir de las relaciones internacionales norteamericanas en el inicio de la administración Biden.

Hace dos semanas la prensa internacional fue testigo de una polémica declaración realizada por el Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, al afirmar que el presidente ruso Vladimir Putin era un “asesino”, comentario que se dio en el marco de una aireada entrevista sostenida con el periodista George Stephanopoulos (íntimamente ligado a la administración de Bill Clinton, al haber sido su Director de Comunicación), como preámbulo a la opinión del hoy Presidente respecto a la acusación de una intervención rusa en las pasadas elecciones presidenciales en Estados Unidos, con la amenaza final de que pagarían un alto precio por sus acciones.
Una acusación que encendió la opinión pública casi de inmediato, no sólo por haberse lanzado sin ningún elemento probatorio para desprestigiar de tal forma la figura y la honra del mandatario ruso; que dicho sea de paso continúa teniendo una amplia aceptación y popularidad entre sus conciudadanos, toda vez que como reza el viejo adagio “el que acusa está obligado a probar”, situación que dio lugar a un intercambio de acusaciones entre ambos mandatarios que a más de uno nos hizo recordar los tiempos de la guerra fría.
Sin embargo, más allá de analizar las acusaciones en sí, habría que estudiar la actuación internacional del Presidente Biden en lo que lleva de mandato, una actuación por demás gris, probablemente por la pandemia por SARS-COV-19 que enfrenta su país, el cual pese a los enormes avances en el proceso de vacunación de su población, continúa teniendo el mayor número de contagios y muertes por esta causa. Asimismo, no puede soslayarse la política asistencialista en favor de miles de familias norteamericanas que se han visto vulneradas por la pandemia y la perdida de fuentes de empleo que ha traído con ello, así como la valiosa intención de regularizar el estatus migratorio de miles de personas que llevan años trabajando en los Estados Unidos de América, sin que a la fecha se tengan aún datos del Departamento de Estado para poder verificar si han disminuido las deportaciones.
No obstante, en el plano internacional se ha visto a una administración Biden que le está costando remontar los años de pérdida del protagonismo norteamericano en la economía y política internacional, para muestra están las continuas reuniones que ha sostenido con el denominado G-10, que son las diez economías más sólidas del planeta, para tratar de retomar ese liderazgo que comenzaron a perder los Estados Unidos prácticamente desde el comienzo del gobierno de George W. Bush, (recordando que desde comienzos del siglo XX el politólogo Samuel P. Huntington, en su obra “El Choque de las Civilizaciones”, ya había vaticinado la perdida de la hegemonía norteamericana). Bajo este entendido, en la actual configuración geopolítica el papel de Estados Unidos ha dejado de tener el fuerza de antaño para hacer frente a los embates económico – políticos de Rusia y China.
Precisamente, como parte de esa estrategia por retomar el control mundial, el acercamiento de Estados Unidos se ha enfocado en recobrar la confianza de sus aliados incondicionales Japón, Reino Unido y Francia, quienes se encuentran ensimismados en el mantenimiento de sus propios liderazgos regionales, tal es el caso de Francia en la Unión Europea y Japón en un sudeste asiático cada vez más competitivo con verdaderos titanes económicos como Singapur, Malasia o Taiwán, un Reino Unido reconfigurándose al interior de su archipiélago para no perder poderío frente a una Escocia e Irlanda del Norte que continúan con la amenaza de independizarse. Lo anterior, sin tomar en cuenta a una Alemania que parece seguir los pasos de la orquesta que toque la mejor música, es decir, no se niega el acercamiento del gobierno teutón a los intereses norteamericanos, pero también se destaca la dependencia alemana frente a Rusia en temas como los hidrocarburos, la seguridad y el ingreso a los mercados más competitivos del mundo.
De igual forma, el otro tema que pareciera habérsele salido de control a la política del país de las barras y las estrellas es América Latina, ya que cada vez se nota una región más autónoma, por lo menos en su quehacer público, con países que han implantado regímenes de izquierda en amplio desconocimiento del control político de antaño, motivo por el cual no se duda que en el futuro próximo haya una reconducción de las relaciones norteamericanas con Latinoamérica con miras a impedir el enquistamiento de la izquierda en el continente, de lo contrario sería el escenario perfecto para el arribo con mayor fuerza de los intereses ruso – chinos a esta parte del orbe mundial.
Twitter: @EdgarMaPe