TERCERA OLA

Nos dicen que vienen días muy duros, pero lo que estamos pasando desde el pasado mes de marzo no está siendo nada fácil. La única que consiguió robar el protagonismo al coronavirus la pasada semana fue Filomena. Sus daños son más que visibles y los restos de hielo todavía tardarán días en desaparecer, pero la realidad a la que nos enfrentamos son las consecuencias de nuestros actos. Las cifras de contagios son como para dejarnos helados porque el repunte es más que evidente. Hacía mucho tiempo que no hablábamos de semejantes números. Nos hablan de auto confinarnos, pero no tengo muy claro que eso vaya a funcionar por el hecho de ser voluntario. Los sanitarios están pidiendo un confinamiento, pero el Gobierno no está por la labor. Cuesta saber cuáles son las prioridades del Ejecutivo. Por su parte, las Comunidades Autónomas están adoptando sus propias medidas. Se habla, sobre todo, del toque de queda y las restricciones a los hosteleros. La verdad es que los últimos van adaptándose a infinitos cambios y encima tienen que lidiar con la irresponsabilidad de muchos, ya que hay que reconocer que el comportamiento de los ciudadanos no es siempre un ejemplo a seguir.
Los datos de contagios día a día nos demuestran la facilidad con la que el virus se propaga. Además, no hay que normalizar la cifra de muertos porque tras esos números hay familias que han perdido a un ser querido. Y la esperanza está puesta en la vacuna. Los vacunados van aumentando lentamente y queda mucho hasta alcanzar la inmunidad tan deseada. Vivimos un presente complicado que nos está demostrando, una vez más, que el sentido común debe primar sobre nuestros anhelos de reunirnos, por ejemplo. Sabíamos que llegaría la tercera ola y ésta ya está aquí llenando los hospitales y las UCI y no será porque no nos habían avisado. La Navidad está teniendo sus consecuencias. Insisto en que los sanitarios no nos están pidiendo tanto. Debemos ayudarlos porque llevan muchos meses al pie del cañón. Es cierto que cada día que pasa es un día menos de esta pesadilla y que la luz al final del túnel es el pinchazo que todos anhelamos, pero hasta que podamos decir que esto se ha terminado tenemos que ser cautos y responsables.
Dicen que después de la tempestad siempre llega la calma. Filomena ha pasado. Ahora es la tercera ola la que nos está azotando y aunque las fuerzas mermen hay que ser fuertes no sólo físicamente sino psicológicamente porque llevamos mucho encima como para tirar la toalla ahora. La esperanza es lo último que se pierde. Decía Noel Clarasó que “en cada amanecer hay un vivo poema de esperanza, y, al acostarnos, pensemos que amanecerá”. Por eso, soñemos que el proceso de vacunación se acelera. Soñemos que respetamos las medidas de seguridad, soñemos que la responsabilidad individual es el estandarte de cada uno, soñemos que el final está más cerca. Y si lo que hace que la vida sea interesante es la posibilidad de cumplir los sueños, éstos no son tan difíciles… Así que pongámonos manos a la obra. Sin duda, la unidad hace la fuerza y entre todos lo conseguiremos.