LUCES

Estrenamos el último mes del año. Un año difícil, duro y que, afortunadamente, tiene los días contados. Diciembre nos trae las fiestas más familiares y con ellas la incertidumbre de saber si podremos reunirnos con nuestros seres queridos. Todavía estamos afrontando la pandemia y, a pesar de las circunstancias, no es momento de bajar la guardia. Es cierto que en algunas ciudades de España las cifras de contagios están dando una tregua, pero aún así no hay que relajarse. Estamos pendientes de las medidas que se van a adoptar, pero quienes derrochan espíritu de Navidad harán todo lo posible para juntarse con los suyos. Eso entraña riesgos y lo peor sería que enero viniera no solo con su famosa cuesta sino con una tercera ola. Eso es mejor ni pensarlo porque también el 2021 nos traerá la vacuna, según dicen.
De momento, vivamos en el presente y disfrutemos de una Navidad marcada por el coronavirus pero, en definitiva, una Navidad. Las luces ya están encendidas y a juzgar por cómo estaban las calles el pasado fin de semana, los ciudadanos anhelamos el pasado. Será de las pocas veces que haya que tirar de recuerdos para desear que todo vuelva a ser como antes. Madrid, no solo presume de sus datos, sino que además su gente ha vuelto a llenar las calles. En la Gran Vía era difícil mantener la distancia de seguridad, pero las mascarillas estaban garantizadas. Los selfies y las fotos con la iluminación eran casi obligatorias, porque la ilusión de ver los árboles o la gigantesca bola te hacen olvidar, aunque solo sea por un momento, la cruda realidad que este año nos ha dejado. Nos guste o no la Navidad hay que celebrarla ya que la pandemia nos ha arrebatado demasiadas cosas. Obviamente habrá que adaptarla, pero me niego a renunciar a ella.
En treinta días, a golpe de campanada diremos adiós a este horrible año. Es cierto que ha sido devastador, que nos ha borrado la sonrisa en algún momento pero no podemos doblegarnos a él. Hemos sido fuertes durante muchos meses, nos hemos adaptado, en la medida de lo posible, a todo lo que nos han pedido, pero estamos en la recta final y ya se habla de la vacuna. Una vacuna que en el mes de marzo parecía inalcanzable. El tiempo pasa. Las circunstancias parece que lo han ralentizado, pero diciembre ya está aquí. La última hoja del calendario es la que muchos queremos quitar. Paseaba el otro día por la Puerta del Sol y no pude no pensar en el Año Nuevo. Afortunadamente, la gente a la quiero tiene salud y con eso me conformo. Sé que sin ella pocas cosas se pueden hacer, por eso, este año aunque sea por videollamada abrazaré a los míos.
La cuenta atrás ha comenzado, las luces dan el pistoletazo con el que empieza a palparse el ambiente navideño. El sorteo del día 22 es el anuncio de que estamos en Navidad. Ya queda menos y, aunque entiendo que no a todos os pueden agradar las fiestas navideñas, de lo que estoy más que convencida es que la luz que no se puede apagar es la de la esperanza. Su verde tiene que iluminarnos a todos porque es el motor para salir de esta pesadilla. Ahora más que nunca, verde que te quiero verde.