De vuelta a la realidad

Desde el pasado 3 de noviembre, la agenda de nuestro país decidió tomar un rumbo distinto, todos los reflectores voltearon a ver las elecciones de nuestro vecino del norte. Nadie puede negar la relación tan estrecha entre ambos países en lo económico y, particularmente por un tema que en la historia reciente se ha ido tornando más álgido, me refiero al tema migratorio, que vuelve imposible no estar pendiente de lo que suceda en un tema de tanta trascendencia como la elección de su presidente, pero, sin olvidar que nosotros tenemos nuestros propios y muy serios problemas.

Sin embargo, no deja de llamar la atención como es que la gran mayoría de los medios de comunicación dedicaron coberturas y transmisiones especiales a este tema, donde por momentos se pierde de vista que no es nuestra elección, que no es nuestro país y aquello que está sucediendo en Estados Unidos, no significa en el mejor de los escenarios, un cambio que beneficie a México, aun con la llegada de Joe Biden. Seremos testigos de la sustitución de una élite política por otra, que probablemente mantendrá en lo general, las grandes líneas de una economía dominante como lo es, la de Estados Unidos.
Cambio de formas, cambios circunstanciales y bajo un estilo suave, más educado y políticamente correcto, es lo que se puede esperar ante la sucesión presidencial, pero pensar que particularmente los mexicanos tenemos algo que festejar, es perder la proporción ante lo acontecido. En este sentido, el mundo entero tendría que agradecer no contar con un personaje como Donald Trump, que si bien, todo indica que no será reelegido, será el perdedor más votado en la historia de ese país, lo que nos remite a todos aquellos ciudadanos que se identifican con su manera de ver el mundo y, mientras que unos pensamos que después del actual presidente difícilmente se puede tener algo peor, por otro lado, habrá ciudadanos que lamentarán el resultado.
Una vez que de manera general se tiene conocimiento de los resultados de esta elección, vale la pena que los medios nacionales vuelvan a nuestra cruda realidad, y con el mismo ahínco con el que siguieron el tema de las elecciones de Estados Unidos, retomen un tema que se dio a conocer el 28 de octubre, claro, no con la misma atención y cobertura desbordada, me refiero al hallazgo de los restos de 59 personas enterradas en varias fosas clandestinas de Salvatierra, en Guanajuato, que de acuerdo con declaraciones de la titular de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas (CNBP), Karla Quintana Osuna, al pasar de los días, la cifra se aproxima a los 70 restos de cuerpos hallados
De 2006 a 2020, en México se han encontrado 4 mil 92 fosas clandestinas, de las cuales se han exhumado 6 mil 900 cuerpos, informó el gobierno federal (octubre 2020). Los estados con el mayor número de fosas clandestinas en el registro histórico son: Veracruz (504), Tamaulipas (455), Guerrero (383), Sinaloa (354) y Zacatecas (331).
Lo que existe detrás de cada fosa clandestina es parte de un hecho complejo, puede ser el intento por destruir o bien, ocultar actos ilícitos, homicidios o ejecuciones que merecen ser investigados. De manera general, no debemos perdernos en temas o encabezados sensacionalistas para concentrarnos en asuntos como este, en el cual tenemos la gran responsabilidad de seguir exigiendo que se realicen las investigaciones necesarias.
Es importante conocer los motivos, los actores involucrados y lo más importante, devolver los cuerpos a las familias a fin de que puedan vivir su duelo. México es un país que se desangra, que esta convertido en un enorme cementerio con mucho dolor por parte de aquellos que desde hace años emprendieron una búsqueda que parece no tener fin, y en la que los dejamos solos. Lo más lamentable es, que a casi 14 años de distancia tanto el actual gobierno como la sociedad, seguirá cargando con las consecuencias de una decisión estúpida e irracional, de aquel que declaró la guerra contra el narco.