Asociaciones religiosas y el guiño de AMLO

Uno de los grandes cambios con la llegada de este nuevo gobierno, tienen que ver con el posicionamiento de temas en la conferencia matutina, donde se fija la agenda prácticamente todos los días sin embargo, el hecho de estar bajo esta dinámica no da cabida a profundizar sobre aquellas situaciones, pronunciamientos o iniciativas que bien valdría la pena discutir o analizar con mayor detenimiento.
La cuarta transformación promete cambios que trascenderán de manera histórica y si estos son para mejorar, bienvenidos. En este sentido, hace un par de semanas, el presidente Andrés Manuel López Obrador, solicitó a la Secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, el análisis de la iniciativa de reforma para que las iglesias puedan ser concesionarias de canales de televisión y radio pública, a fin de que difundan valores morales, tema que prácticamente paso de largo dentro de la opinión pública y que realmente debe preocuparnos y ocuparnos.
En un Estado como el nuestro es decir, laico, lo anterior va en contra de lo establecido, ya que artículos de nuestra Constitución como el 3ro, 24, 40 y 130, solo por mencionar algunos, establecen límites a las organizaciones de culto religioso, a fin de preservar la separación entre el Estado y la Iglesia. Este es un tema que va más allá de cuestiones religiosas, ya que hablando sobre el papel de los medios públicos, son y deben seguir siendo para toda la sociedad, y dado que las organizaciones religiosas se dirigen de manera particular a cierto sector de la población con ideas y puntos de vista específicos, se viola a todas luces el principio de laicidad.
De acuerdo con el Investigador del Colegio de México, Roberto Blancarte, en México existen más de 8 mil asociaciones religiosas registradas ante la Secretaría de Gobernación, sin embargo, pueden existir más y pensar en dar voz a cada una de estas asociaciones resulta imposible asimismo, quienes accedan a estos espacios serán “las grandes asociaciones” con el recurso suficiente para estar dentro de este sector, lo que puede generar una condición de inequidad y terminará privilegiando a unas asociaciones sobre otras.
A partir de la fe y la religión, cualquiera que sea, no se puede pretender discutir los asuntos públicos, ya que mediante un esquema de este tipo se pierde toda racionalidad y objetividad, por lo cual se entiende la distancia que históricamente se decidió guardar al respecto. Pensar en la presencia de las organizaciones religiosas lleva en sí mismo una carga de proselitismo desde una manera particular de ver a la sociedad, algo así como un adoctrinamiento desde los medios de comunicación donde el Estado está abriendo la puerta.
Hoy en día, el presidente de la república realiza una especie de guiño hacia las asociaciones religiosas y, exhorta a la población a que los vea como aliados para transmitir aquellos valores que desde su óptica se han perdido en la sociedad mexicana, lo cual resulta totalmente desafortunado. La separación Estado – Iglesia, es uno de los grandes logros que se debe preservar, plantear de manera inocente el apoyo de agrupaciones religiosas en la realización de tareas que le corresponden al Estado, no es o resulta lo más conveniente.
Entendamos que la moral es una cuestión individual y establecer desde el gobierno “una moral”, es decir, dictar lo que está bien y lo que está mal, implica una imposición univoca para ver las cosas. Nuestra constitución tiene valores como: la justicia, la libertad y el respeto, pensemos en el cumplimiento y garantía de los ya existentes, y no en propuestas que pueden llevar a un retroceso.