La tragicomedia de Morena

Exagerado y desmedido en sus comentarios, es así como se ha visto en la última semana a Porfirio Muñoz Ledo, hombre camaleónico que ha pasado por las filas de los principales partidos políticos con una gran habilidad para mantenerse vigente dentro de la esfera pública para velar por sus intereses, más que por los de un partido.
Este hombre, no es precisamente un luchador por la democracia como pretende hacer creer, o un defensor de los intereses del pueblo o de México, ha sido un político de oportunidad, de circunstancias que ha brincado de un partido a otro, de un presidente de la republica a otro, con la mayor tranquilidad siempre que haya cargo y ganancia política.
Excesivas y desbordadas son las declaraciones donde Muñoz Ledo, argumenta que lo sucedido con los resultados de la encuesta de renovación para la dirigencia de Morena, es el mayor fraude en México desde 1988, con esa falsa “caída del sistema”. Con los años y experiencia que tiene, es sorprendente que no recuerde lo que sucedió en 2006, con Felipe Calderón y el actual presidente y, nuevamente en 2012 con Enrique Peña, porque si eso no fue fraude, juzguen ustedes o busquen algún calificativo que dé cuenta de lo acontecido en aquellos procesos electorales.
El tamaño del problema de Morena, es del tamaño de los insultos entre quienes buscan la dirigencia del partido, existen muchos intereses en juego y lo que sucede actualmente ha dejado ver lo endeble de este partido que no lo es, o bien, no logra llegar a serlo a dos años del triunfo de López Obrador, quien aparentemente se rehúsa a “meter la mano” para poner orden en el partido que creó, y le permitió ocupar el lugar que hoy tiene.
Lo que pasa con Morena es que de la noche a la mañana se convirtió en el principal vehículo para acceder al poder, y en este partido caben todos, por lo que se ha prestado a mucha infiltración de lo peor de la política nacional del PRI, PAN y PRD, para declararse renacidos y ahora sí, buscan convertirse en los defensores del pueblo.
Morena sigue siendo un partido nuevo y le cuesta manejar las presiones internas, todavía no cuenta con los instrumentos para asumir la responsabilidad de ser el partido que garantiza llegar al poder. En este sentido, vale la pena recordar el caso del PRI, que desarrolló un sistema muy “sofisticado”, no democrático, para resolver conflictos que internamente tenían, relacionados con el “dedazo”, con liderazgos y reglas que aparentemente todos aceptaban, o por lo menos es lo que dejaban ver.
Si Morena aspira a ser un partido consolidado, necesita llegar a esos acuerdos, pero el PRI, tardo mucho tiempo en construirlos, y Morena nace en 2014, es un partido nuevo que se encuentra en la muy difícil situación de ser el partido de gobierno aprovechando las mayorías absolutas en las dos cámaras, situación que no se veía desde los 90, en el primer trienio de Ernesto Zedillo.
La lucha por el poder está deteriorando el respeto entre morenistas, las reglas para la renovación de la dirigencia los está llevando a una fuerte división y confrontación. Morena tiene estatutos, pero pocos parecen conocerlos y nadie les hace caso, es un “partido” que carece de un sistema de reglas aceptado por todos, para que los diferentes grupos que militan al interior se vayan alternando o “repartiendo” de manera pacífica el acceso al poder público para no personificar Morena en dos figuras, como en este caso; Mario Delgado y Muñoz Ledo.
Este asunto va más allá de la militancia con el partido o de ser simpatizante del mismo, lo que pase con los partidos políticos es un asunto de interés público no solo porque viven de los impuestos que pagamos los mexicanos, sino porque aquello que hacen o dejan de hacer, tiene impacto en la vida de las y los ciudadanos.