Primer debate Trump vs. Biden, análisis de un discurso atropellado

El pasado 29 de septiembre atestiguamos el primer debate a la Presidencia de los Estados Unidos entre los candidatos Donald Trump y Joe Biden, de los partidos demócrata y republicano, respectivamente. Un encuentro sumamente esperado por múltiples analistas internacionales, que en el contexto en el que se encuentra desarrollando el proceso electoral de la Unión Americana atrajo los reflectores por considerarse que podría ser el inicio de la definición absoluta de los comicios. No obstante, las primeras impresiones de dicho encuentro que tuvo lugar en Cleveland, Ohio (que fuera uno de los estados más disputados en la pasada elección presidencial de 2016), es de fue un encuentro con un intercambio de peroratas virulentas por parte de ambos candidatos.
En este sentido y una vez disipada la efervescencia de los ataques de desprestigio lanzados por los contendientes, no se observa que haya un ganador de dicho ejercicio de contraste ideológico. Sin embargo, hay algunos aspectos dignos de análisis que a continuación se exponen:
Por lo que hace a Donald Trump, sus fortalezas fueron que no se le puede acusar de desconocer de la administración federal norteamericana, se le notó mucho más mesurado respecto a las líneas discursivas de supuesto odio racial que tanto le han achacado, de hecho se podría decir que fue más inclusivo de lo que se esperaba, mostrándose como el candidato de la Ley y el orden social respecto a las manifestaciones multitudinarias en contra del racismo y las acciones de contención tomadas por la guardia nacional y otros cuerpos de seguridad, así como un conocimiento más puntual que su oponente respecto al tema de salud pública norteamericana, costos económicos de ésta y del mercado de los medicamentos en dicho país.
Aunque también mostró sus debilidades, las más visibles fueron su atropellada forma de debatir, adoptando una estrategia que si bien le ayudó en 2016 para obtener la candidatura republicana y posteriormente para imponerse a Hillary Clinton, no es lo mismo ser un “outsider” del establishment político de Washington que ya ser el Presidente de los Estados Unidos de América, por lo que su arrebato al momento de interrumpir al abanderado demócrata tendrá necesariamente que ser modificado, del mismo modo, no explotó las temáticas planteadas para este debate, razón por la cual una mayor profundización en su exposición seguramente le habría beneficiado para conquistar a los sectores que aún al día de hoy se pudieran encontrar indecisos respecto a la intención de su voto. Por otro lado, no haberle hecho frente a las acusaciones de Biden respecto a que es “un payaso” o “es el perro de Vladimir Putin”, creo que disminuyen su capacidad argumentativa, ya que si bien, no se trataba de una competencia de denostaciones, cierto es que en política “el que calla otorga”, al menos en la psique del electorado.
Ahora bien, los puntos favorables de Joe Biden fueron el haber dejado en claro su conocimiento de la política norteamericana, con una trayectoria de casi 40 años en cargos legislativos y como Vicepresidente durante la administración Obama, su capacidad para consolidar acuerdos entre el Ejecutivo y el Senado durante los años que siguieron a la crisis Subprime a finales de la primer década del siglo XXI, así como su ímpetu en la defensa de políticas asistencialistas como el Obamacare y su aparente “acercamiento” a la agenda progresista de algunos grupos vulnerables de nuestro vecino del norte.
Aunque, por lo que hace a los puntos negativos de Biden, uno de los más evidentes y preocupantes a la vez es la insistencia de la cúpula demócrata por aparentar cierta jovialidad en el candidato y salud física, en razón de que durante el diálogo se le notó cansado, olvidadizo de cifras y datos medulares (sobre todo en los bloques sobre el manejo de la pandemia por COVID-19 y sobre crecimiento económico). Lo anterior, no como forma de evidenciar su avanzada edad, sino porque el estado de salud de un potencial mandatario resulta de interés público para constatar si se encuentra en aptitudes para desarrollar la encomienda gubernamental. En otro orden de ideas, se le notó retórico y evasivo cuando se le cuestionó sobre los escándalos de su hijo acusado de negocios turbios en Ucrania, aunque el aspecto más desilusionante de su participación fue el haberse enganchado en una pelea verbal con un mandatario que es sabido su proclividad hacia el choque, por lo que en un ejercicio de cordura política debió privilegiar la propuesta antes de la simple y vulgar denostación.
Una vez expuesto lo anterior, se afirma que el saldo político hasta el momento es: NADA PARA NADIE, un debate que nos mostró a un Joe Biden que salió bien librado de un ejercicio público en el que ya no luce al igual que antes y a un presidente Donald Trump con poca inventiva respecto a qué innovaciones tendrá que hacer para dinamizar el crecimiento del país de las barras y las estrellas de cara a la aspiración de permanecer un periodo más en el gobierno, por lo que los próximos dos debates serán medulares para las aspiraciones demócratas y republicanas en la lucha por la Casa Blanca.
Twitter. @EdgarMaPe