“El aprendizaje es experiencia, todo lo demás es información” Albert Einstein

En mi generación nos tocó asistir a clases durante la secundaria los sábados, al menos nos tocó durante el primer grado, con los consabidos cambios de salón, nosotros acudíamos al encuentro con el docente que ya tenían asignadas sus aulas, así, íbamos de un lado a otro, ciencias sociales, ciencias naturales, matemáticas, español, inglés, educación artística, educación tecnológica (taller), pero solamente iba el docente de educación física a donde le tocaba su sesión. Entonces un día estábamos en la clase de educación física en la Secundaria 5, después de haber concluido el horario nos daban unos minutos para refrescarnos y volver al salón para continuar con el complemento, para esto, entonces rápidamente nos organizábamos para echar la cascarita de futbol o lo que fuera; unos optaban por la cafetería, otros por cambiarse o simplemente por regresar al salón para apañarse los pupitres. Aquella mañana jamás la he olvidado ni olvidaré. Resulta que en la cancha de básquet acomodábamos las chamarras para delimitar las porterías y formábamos los dos equipos contrincantes, aquello era fabuloso, digno de un encuentro de liguilla o de campeonato mundial, los gritos de: “…al gol las playeras…” “…gol-gana…” “córrele que ya se nos pasa la hora” “…ahí viene el orientador(a)”, etcétera, resultaba mágico, empero aquel mediodía con el sol cayendo a plome y casi por terminar el encuentro, llego balón a mi pies y había que pegarle a portería, craso error de puntería, mi disparo salió directo a las pompas de la maestra Elenita, trágame tierra dije, elevé mil plegarias, mi corazón parecía salirse de la caja torácica, quedé impávido, asustado y todos mis “compas” anunciaron al unísono: “fue Pedro…” Ops ni pa´ donde hacerme, tragando saliva, limpiándome el sudor y aguantando vara y la feroz reacción de la maestra, porque déjenme decirle que después de agacharse y sobarse santa salva sea la parte afectada y cual si fuera escena de la película El Exorcista, así merito volteó la afectada, con todo y su sombrero y lentes obscuros, para que (hasta eso en silencio) proferirme, estoy seguro, una mentada de madre que habría hecho temblar hasta el más intrépido. Total, cuando pudo voltear completamente corrí a su encuentro: “…sabes lo que hiciste? replicó; ¡sí maestra le ofrezco una disculpa, fue mi pata chueca, discúlpeme por favor, no fue a propósito, se lo juro! Si quiere le sobo… Tzzzzzzzzzzzzzz, la reacción fue apoteósica: “…que me sobas ni qué nada!!! Vete al salón y me quedo con el balón.
Debo aceptar que jamás paso nada con mi calificación o que me llamaran la atención o algo así, lo que es cierto, que después de aquella ocasión entendí que son momentos que ocurren y que todos estamos expuestos a esos pequeños-grandes detalles que dan un giro en tu aparente orden de vida. A partir de aquel día supe como el deporte y la vida es eso, instantes que cambian el rumbo, pero que van para delante. La ironía de la vida me hizo comprender años más tarde el real sentimiento y reacción que experimentó la maestra, porque me pasó lo mismo ya en el campo laboral. Obvio, se removió todo lo que traía adentro y solo esbocé con una sonora carcajada: estamos a mano maestra…
El recuerdo llegó a mi producto de lo que le ocurrió a Novak Djokovic cuando sin intención alguna, lanzo una pelota con su raqueta que fue a impactar a una jueza de cancha, lo que originó que fuera suspendido del US Open y hasta multado salió. La reacción del serbio fue la lógica de acudir a ver que no le hubiera ocurrido nada a la afectada y ofrecer sus más altas y sinceras disculpas. Pero el acto estaba consumado, uno, dos, tres segundos bastaron para que un pelotazo diera en el blanco no perfecto. Así es el deporte, así es la vida, se vive al filo de la navaja, con sus pros y contras, con sus altas y bajas, y siempre dejan enseñanza a prueba de todo. Unos, hacemos y recibimos, otros más pululan sin ton ni son y solo a la expectativa, sin embargo, considero que todo pasaje que afrontamos es para algo. En estos casos de manera infortunada pudieran pasar como sendos yerros y tal vez lo sean, pero estoy seguro, convencido, de que son los pequeños instantes que tiene el fascinante mundo del deporte lo que deja una experiencia con el firme propósito de no volverlo a hacer y si, en cambio de apostar por un nuevo y mejor Valle…

Pásenla bien!!!