Hasta cuándo con la Pandemia

La vida es un ir y venir, nada está escrito, los planes cambian de un momento a otro y hoy queda claro que el mejor plan es el que no se planea. Esa euforia y emoción que representó para muchos la llegada del 2020, de a poco y muy temprano se comenzó a diluir con el primer caso de contagio por Coronavirus en nuestro país el 27 de febrero, que, sin saberlo, marcaria el inicio de una crisis de la que se desconoce su impacto real y no me refiero a lo inmediato, sino a los años que nos acompañará.
Tan lejana parecía la noticia de un virus que comenzó en China en diciembre de 2019, que se pensó que jamás podría alcanzarnos, avanzaba, pero la incredulidad, la falta de información y el desconcierto hacia aquello que nos costaba imaginar como un enemigo invisible denominado SARS-CoV-2 y más tarde Covid-19, nos tomó por sorpresa, los mensajes confusos por parte de gobernantes comenzaron a complejizar aún más la situación y el resultado ha llevado a lo que puede considerarse como un retroceso; un nuevo confinamiento en diversos países del mundo.
De manera generalizada se ha mencionado que el virus no respeta sexo, género, edad o condición social, pero la realidad ha mostrado por lo menos en nuestro país, que aquellos que están perdiendo la vida son personas con baja escolaridad de acuerdo al estudio realizado por el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIMM) de la UNAM, que indicó que el 71% de las personas fallecidas por Covid-19, tenían como escolaridad máxima la primaria.
A lo anterior, se suma que más de la mitad de las defunciones ocurrieron en unidades médicas para población abierta, es decir, que las personas no tenían acceso a la seguridad social. Entre el porcentaje de fallecimientos destaca el caso de choferes, ayudantes, peones y similares, vendedores ambulantes, artesanos, trabajadores de fábrica y mantenimiento. En contraste, en las unidades privadas no han ocurrido ni el tres por ciento de las muertes por coronavirus, señala el estudio ‘Mortalidad por COVID-19 en México’.
En materia de empleo, la pérdida asciende a más de 1 millón 181,000 empleos formales, según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) pero, esto no es lo peor, se advierte que la pobreza incrementará y las personas en esta situación pasarán de 41.9 millones a 49.5 millones y la pobreza extrema subiría de 11.1 millones a 17.4 millones. Todo esto reflejado en una contracción de la economía de 9.1%, la más profunda caída en 100 años, de acuerdo con Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
De acuerdo con declaraciones emitidas por la secretaria Bárcena el pasado miércoles 15 de julio, “estamos ante una década pérdida”. Lo anterior es parte de una aproximación a la realidad de forma numérica, no obstante, no son simples cifras o números, son personas, son vidas, angustias y preocupaciones latentes en un sin fin de hogares mexicanos.
No podemos vivir en un eterno confinamiento o pensando que eso es vivir, la pérdida de empleos y gente transitando a una condición de pobreza son situaciones que no se revierten de la noche a la mañana. Los problemas son muchos y las soluciones pocas, el gobierno no ayuda, pero la sociedad tampoco, el ambiente social está descompuesto y hace perder el foco de lo que es importante.
A estas alturas, el ingreso básico universal se sigue discutiendo, la irracionalidad del ser humano se refleja en las inmensas filas dentro de las plazas comerciales para comprar ropa, zapatos o artículos que no parecen precisamente algo esencial o que no pueda esperar. La afectación ante estos comportamientos no se dimensiona, las cifras que buscan dar cuenta de lo grave del panorama parecen no importar y más que seguir preparándonos para salir, mejor estemos preparados para volver a un nuevo confinamiento y los impactos que traerá.