Entre la nueva normalidad y el quédate en casa

El término “normal” desde una idea general, se asocia con una construcción social que engloba comportamientos, formas de relacionarse, ideas y ciertas características que se adaptan a una sociedad. Se trata de una autorregulación que permita convivir de mejor manera a fin de minimizar la posibilidad de que surjan conflictos sociales. Sin embargo, no se puede pasar por alto que esta normalización es pautada en cada sociedad por lo cual, no se puede hablar de una normalidad en lo general.
En el caso de México, lo normal hace tiempo que esta medio “torcido”. Lo normal había sido que las mujeres “estuvieran hechas” para casarse, tener hijos y estar en casa y los hombres, para ser buenos, muy buenos proveedores. Lo normal era que un profesor les diera un reglazo de vez en cuando a los alumnos porque simplemente no le hacían caso o no hicieron su tarea. Lo normal para realizar algún trámite es buscar la manera de “saltarse” unos lugares en la fila para ser atendido más rápido. Lo normal es pagar “mordida” antes que una infracción por alguna falta cometida. Lo normal ha sido vender el futuro de un municipio, de un Estado, o del país el día de las elecciones mediante la compra del voto.
Lo normal es que más de la mitad de la población este en situación de pobreza. Lo normal es que la mayor parte de la sociedad mexicana se encuentre empleada en puestos de trabajo informal. Lo normal ha sido contar con un sistema de salud deficiente resultado de un saqueo que viene de sexenios atrás. Lo normal es que haya lugares en el país donde un servicio tan básico y escencial como el agua, no llegue y del acceso a internet que fue declarado como derecho universal desde 2013, mejor ni hablar. Frases como “el que no tranza no avanza”, también se convirtió en parte de la normalidad y así podría seguir el listado.
Lo que asociamos con lo “normal” desde esta visión resulta bastante cuestionable, muestra una serie de problemáticas sociales que se vienen arrastrando por décadas y que ante la situación que se vive se hicieron más evidentes y nos obligaron voltear a ver. El coronavirus no hizo que un día amaneciéremos con todo esto y pensar que es culpa de la pandemia, es negar nuestra realidad y no reconocer que aquello que se asumió como normal, más que beneficios terminó haciéndonos daño.
El regreso a las actividades se ha planeado en función de los colores de un semáforo que irónicamente no es normal, nuestro semáforo tiene cuatro colores en lugar de tres, pero aun con eso, estamos alistándonos para el regreso de una cuarentena que tampoco concluirá siendo normal.
Salir del confinamiento es necesario pero debe hacerse de manera responsable. Lo anterior requiere de voluntad política pero también de voluntad ciudadana, no podemos esperar que los gobernadores a quien se dejo la responsabilidad, perdón, el gobierno federal les dio “la libertad” de levantar el confinamiento, lo hagan todo.
Estamos frente a la oportunidad de un nuevo comienzo que depende de la suma y de la consciencia de todas y de todos. No sabemos si lo que se construya como parte de una nueva normalidad será mejor de lo que teníamos, pero podemos intentar que sea diferente teniendo claro que de esto no saldremos solos, saldremos juntos.
El virus está y estará hasta que haya una vacuna y lamentablemente no será tan pronto como nos gustaría, pero aun con esto la vida debe seguir, nuestra economía no resiste más, pensemos que hoy más que nunca todos necesitamos de todos. Cada día de aquellos que siguen en casa, representa la pérdida de ingresos o de empleos de muchas personas. Hoy tenemos dos opciones; aprender a cuidarnos y seguir las medidas necesarias o seguir con un eterno “quédate en casa” ¿Qué eligen?