¿Cuántos Giovanni más?

Giovanni no murió, el Estado lo mato. Esta fue una de las consignas pronunciadas el pasado o6 de junio en Guadalajara, en una de las marchas realizadas para exigir justica por el caso de Giovanni López, joven de 30 años de oficio albañil, quien fue arrestado el 05 de mayo en el municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco. Al día siguiente, su cuerpo sin vida fue entregado a sus familiares en el Hospital Civil de Guadalajara, donde los reportes médicos indican que falleció por traumatismo craneoencefálico y un balazo en la pierna.
El telón de fondo se llama abuso policial y lo acontecido en Jalisco es uno de tantos casos que ha tenido lugar en nuestro país, donde ante un contexto de protestas a nivel internacional, la actual pandemia, el desempleo, la incertidumbre por el regreso a los espacios de trabajo y los discursos de polarización, los ánimos se exacerban y lo que se ve en las calles es la consecuencia de un hartazgo social ante una serie de omisiones por parte del gobierno a todos los niveles.
La sociedad sabe que Giovanni no merecía morir, pero en México, la brutalidad policiaca no le pasa a todas las personas, no se arresta de la misma manera a un delincuente de cuello blanco, que a un trabajador de la construcción que no usaba cubre bocas. A quienes cometen delitos y existen pruebas para detenerlos, no se les detiene y en ocasiones se les protege, transitan por las calles sin mayor problema sabiendo que la justicia es de quien la compra.
Cada sexenio llega con “su policía” y los resultados no se ven por ningún lado, actualmente no hay cuerpo de granaderos, pero se comportan igual. El cambio en la materia es de fondo, no de nombre. A México le urge una reforma policial seria y consolidada que debe ser del calado de una reforma energética, de una reforma de salud o de una reforma en educación y así como se ha priorizado en estas reformas, es momento de actuar en consecuencia.
Ocho de cada diez detenciones en nuestro país son realizadas por policías municipales o estatales, es decir, aquellas policías que están menos preparadas son las que están a cargo de este tema tan sensible que involucra el contacto con los ciudadanos. El caso de Ixtlahuacán es una muestra de lo que sucede en México, una policía relativamente pequeña con 69 elementos, de los cuales 34 no aprobaron el control de confianza y aun con eso seguían en activo.
¿En manos de quién estamos? a quién están defendiendo los policías y cuál es el papel de la seguridad pública. Cuáles son los protocolos de actuación para detener a los ciudadanos y cómo es que deben reaccionar las autoridades ante agresiones a los mismos. Por qué es recurrente primero un disparo y después investigo. Por qué vemos a policías con piedras y palos enfrentando a los manifestantes ¿es parte de la estrategia de seguridad? Cuándo se va entender que manifestarse es un derecho y la represión es un delito.
En algún punto perdimos el horizonte del “bien común” y nadie duda del trabajo que deben realizar los policías donde muchas veces su vida está en riesgo pero hoy, lo que está de manifiesto es el uso irracional de la fuerza. Los sentimientos e intereses de todo tipo están en las calles y este hecho ha generado una violencia que ante un escenario como el que se vive, parece difícil de frenar.
Basta de estos abusos de autoridad que van más allá de un Estado o color de partido, esto es una falla en el sistema donde las violaciones a los derechos humanos, las desapariciones forzadas, la tortura y el privar de la vida a los ciudadanos por parte de las fuerzas policiacas han sucedido por qué no pasa nada, porque la pérdida de vidas humanas a manos de policías se reduce a una cifra ¿Cuántos Giovanni más hacen falta para que las cosas cambien?