México lindo y discriminador

La frase “no puedo respirar” le ha dado la vuelta al mundo, frase pronunciada por un hombre asesinado en Estados Unidos por un policía el pasado 25 de mayo en la ciudad de Mineápolis, Minesota, donde el problema no fue la denuncia por intentar pagar con un billete falso de veinte dólares, sino una piel de color negro.
La discriminación por color de piel no es un tema nuevo en la historia de nuestro vecino del norte sin embargo, la indignación y el estremecimiento de la sociedad ante tan brutales imágenes han generado un repudio que se ha hecho presente en las calles no solo de Estados Unidos, sino de diferentes países con manifestaciones y protestas que lo único que piden es un alto al autoritarismo, maltrato y brutalidad en contra de los afroamericanos.
En México, el tema inevitablemente ha sido discutido por diferentes medios de comunicación y ha traído una serie de confrontaciones en redes sociales no obstante, no se puede negar lo que somos, un país altamente discriminador y particular e irónicamente por el color de piel, dejando de lado que la mayor parte de la población es morena. No se trata de comparar lo sucedido en Estados Unidos con la situación del país, se trata de dar el primer paso, reconocerlo e identificar las actitudes y acciones que nos hacen parte de la misma problemática.
De acuerdo con El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), en nuestro país el color de piel condiciona las posibilidades de desarrollo de las personas, prueba de ello se refleja en el 20% de las personas con tono de piel oscura que no cuentan con algún nivel de escolaridad. En contraste, la cifra baja a la mitad si se trata de tonalidades más claras.
Según la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (ENADIS, 2017), 43 % de las personas con tono de piel más oscuro trabajan en actividades asociadas con servicios personales, actividades de apoyo y agropecuarias, mientras que sólo el 3% son funcionarios, jefes o directores. Asimismo, el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), en su reporte sobre movilidad social publicado en 2019, señala que en México la exclusión en el mercado laboral tiene rostro de mujer: 86 de cada 100 personas que son discriminadas por razones de etnia, apariencia, color de piel y edad entre otras, son mujeres.
La discriminación está presente en prácticamente todos los espacios de convivencia, esta distinción, exclusión o preferencia basada en el color de piel, la región en la que se nace, hablar una lengua indígena, ser mujer o tener una discapacidad, pueden ser factores de exclusión laboral, social o incluso educativa.
Otro ejemplo se encuentra en los contenidos televisivos producidos en nuestro país, donde se ha privilegiado la aparición de personas de piel blanca o bien, se les asignan los papeles considerados “importantes”, situación totalmente opuesta a la de personas de piel morena. El Estado también ha hecho lo propio y al realizar una comparación en la publicidad difundida para promover programas sociales, normalmente se muestran personas de piel morena, con determinadas características físicas y un modo particular de vestir, mientras que para promover el turismo, las personas son de piel blanca y pocas veces reflejan o representan a las mexicanas y mexicanos promedio, fortaleciendo o contribuyendo de manera “sutil” al tema de la discriminación.
Los seres humanos no llegamos discriminando a este mundo, lo aprendimos y para sorpresa de muchos es con nuestro vínculo más cercano, la familia. La negación e invisibilización de la discriminación por tono de piel y cualquier otro motivo, afectan el acceso de oportunidades y el ejercicio de los derechos. Lo que sucedió en Estados Unidos es indignante, pero comencemos en casa y reconozcamos lo “racistas” o discriminatorios que podemos llegar a ser, pensemos seriamente si hablamos del tema o simplemente miramos hacia otro lado.