“Las distinciones raciales no deben tener cabida en el deporte” Pierre de Coubertin

La otra Pandemia. Esa que se ha visto milenariamente. La de la segregación, la burla, el desdén y la desdicha. La incomprensible condición del ser humano. La que va de la mano con la desilusión y con la incongruencia. Aquella que pasa el tiempo y pareciera que no tiene cura. La desalmada conducta de unos cuantos y la pobre condición de miles de personas. La desgracia donde los colores nos restan para vivir en una situación de niveles, cuando esto no debería ser bajo ninguna circunstancia. Hoy el reto es salir…pero salir airosos de todo concepto de vida y no ser presa de otro y mucho menos a manos asesinas.
Esto se presenta justamente con el maldito tema del racismo y una vez más tenemos el ejemplo claro que las diferentes razas sufrimos los algoritmos de quienes se sienten y creen superiores y padecemos esta abominable discriminación. Otra vez en las calles de USA, con dolor, lágrimas e impotencia, ahora fue el grito agónico de: “…I cant breather..” (no puedo respirar) y ver, lastimosamente, como no se detiene el odio y si, en cambio, pareciera terreno minado y esto no debería ser. Las escenas que le han dado la vuelta al mundo se han convertido en estandarte para muchos y escudo para otros, y justamente viene y llega a poner en tela de juicio un evidente retroceso en la mentalidad del canibalismo callejero en cuyo caso, lejos de proveer una mejora social, genera más dolor, y más reacción. Es sin duda uno de los temas que menos habríamos querido ver, pero nos trastoca, nos enardece, pero también nos ata de manos, porque los tiempos son difíciles y cada segundo es vital, pero tampoco podemos quedarnos callados y vacilar con que esto no sucede. Lo mismo ocurre allá que acá en las calles y en el deporte. El ejemplo es claro y mimetizado en estos y otros momentos. Hoy fue George Floyd en Minneapolis, mañana ¿quién y en dónde?…
El deporte no es la excepción. Han ocurrido y se han presentado históricamente manifestaciones de repudio por el color de la piel, y basta voltear unos cuantos años cuando en nuestro país se celebraban los JJOO con un puño levantado en todo lo alto en el podio por deportistas implorando justicia. Después han seguido altercados que no vacilan a la hora de querer hacer daño, mella e inestabilidad, infortunadamente causando muertes. Quienes se vanaglorian de esa conducta se les olvida que, en el hermoso abanico de opciones físico- deportivas como el basquetbol, futbol americano, béisbol, o las ramas del atletismo, por mencionar solo algunas, esos hombres y mujeres de raza negra han bañado de triunfos y enaltecido uno de los preceptos de Pierre de Frédy mejor conocido en el argot como Pierre de Coubertin, quien en su momento y época señalaba: […El espíritu olímpico no es ni la propiedad de una raza ni de una época…]
Ese antecedente nos debe abrir el panorama de darle vida a la vida, de darle chance a todo el mundo, ¡todos! Tu y yo nos equivocamos y obtenemos al menos, una segunda oportunidad en el manejo que quieras, pero lo tenemos, o sea, ¿hoy en día por el color de la piel no se debe aspirar a ello?, o ¿cómo? Al contrario, eso nos hace desobedecer a nuestra conciencia y dictaminar procesos equivocados y ejecuciones públicas sin ton ni son. Hoy hay un montón de semáforos en rojo, ese que centella y en ocasiones tarda de más en cambiar de color y, sin embargo, estamos quienes aun con la desesperación aguantamos los segundos para avanzar, en cambio, estamos quienes ante la urgencia soezmente aceleramos para pasárnoslo, pero esta luz roja en su máximo punto de ebullición por todo el mundo, no conforme con el paso de una situación se le añade otro punto.
La incongruencia nos rebasa y nos aniquila, de pronto podemos amar a esos campeones mundiales de diversas áreas deportivas y hasta de otras tantas esferas de la vida que son orgullo, motivación e incluso ejemplo de superación y tenacidad y en un segundo ahogar y enterrar una esperanza. Necesitamos saber que el color que se ve por fuera en cada piel de nosotros es una pequeña y mínima porción del color de la esperanza que llevamos dentro y que aspiramos a mejores cosas, aspiramos al cambio del color del semáforo, que sea verde directo y en consecuencia actuar con valentía, con aplome, con visión y delicadeza de salir avante, de ser diferentes, de crear y construir, no de matar, no de dañar, no de hundir odio ni venganza.
Es momento de que, a través de la Educación, Deporte, Cultura Física, Recreación, Educación Física, y sobre todo Salud, proveamos al mundo entero de una capacidad de salir avante y airosos, sin tintes ni colores, porque a fin de cuentas y aunque se tarde un poco más, el semáforo, ¡siempre cambia de color!
Pásenla bien!!!