Nadie tiene tanto poder como para evitar la muerte y vivir para siempre. …Rey Salomón

El doctor Gomora les decía a mis padres: “…Pedro tiene hepatitis…debe estar en cuarentena…y tienen que cumplir el tiempo y que nadie se acerque, a menos y solamente que sea por los alimentos…” Mi vida cambiaba tan repentinamente de un momento a otro. Apenas había iniciado el primer semestre de la preparatoria y tan solo unas semanas después, de aquel septiembre de 1984, tenían que aislarme y buscar por todos los medios que nadie se contagiara. Afortunadamente nadie sufrió esto al interior de mi familia, incluyendo a la Rosy, que era parte de la misma, ya que hacia la limpieza doméstica en virtud de que mis papás trabajaban.
Cuarenta días sin salir de casa; de la habitación al baño y de regreso, era lo único permitido y eso porque de plano por la necesidad. Recuerdo muy bien que aquello al principio me resultó “chido” porque no iría a la Prepa, pero que osadía de la vida. Estuve en tratamiento muy puntual. Medicamento, inyecciones y comida sumamente especial. Los ojos amarillos de a poco fueron tomando su fono blanco; tardó, pero si se me quitó. Me hice adicto al até de cualquier sabor, tanto así que durante esa estancia obligada en cama me atiborré una cubeta llena de ese manjar de guayaba. Me daban chocolates, pero como estaba en pleno desarrollo no les hacía mucho caso por aquello de los horribles barros, jajajaja.
En mi aislamiento, no tenía de otra que leer “Canasta de cuentos mexicanos” y mis tradicionales periódicos deportivos y una que otra revista que mi jefa compraba. En la pequeña televisión que había en mi cuarto, Eco comenzaba sus transmisiones y aunque debo aceptar que solo esperaba el bloque deportivo, me los chutaba, no completos, pero si veía los noticieros; en seguida, veía a Juan José Gurrola y su sabiduría; también me llegaba retorcer de risa con las ocurrencias de Madaleno y de Paco Stanley. Los fines de semana esperaba ansioso para deleitarme con los partidos de futbol, basquetbol, béisbol y aunque no me lo creas de pronto hasta las luchas. La idea era “matar” el tiempo…
Las obligaciones escolares eran otra cosa. En aquellos ayeres, era tener mis libretas con los apuntes que me hacían llegar mis amigos y esos trabajos que mandaba. Sin duda fue una época muy difícil. Estar pegado a la ventana viendo jugar en la calle a mis hermanos y vecinos al fut, era una trampa mortal en mi mente y cuerpo, entonces y como desde siempre, comenzaba a narrar esas “cascaritas” desde mi habitación. Debo confesar que mucho tiempo me invadió la desesperación, la comida sin condimento ni grasa llego a hartarme y más porque comía en platos desechables y cubiertos igual. El baño a donde iba estaba rociado todo el tiempo de cloro y quien sabe que tanto menjurje y cubierto con material quirúrgico para desecharlo. En fin, todo paso…absolutamente todo paso, pero tuve que seguir las indicaciones a tope y sin miramientos. La salud era, es y será lo más importante.
Cuando se acabó esa historia y por fin pude darme un baño real y auténtico, volví a vibrar porque sabía que regresaría a la escuela, que vería a mis amigos, que jugaría una vez con mis hermanos y amigos, que volvería a entrenar, que comería “normal”, pero, sobre todo, que el doctor me daría de alta. ¡Y así fue!!! Ropa, sabanas, cobijas, cepillos, pantuflas, en fin, todo lo que usé se fue a quemar por recomendación y salud.
Con esto y a pesar de lo malo, lo aprendido marcó un después, y dicho sea de paso, si de por sí era espiritiflautico (flaquísimo) había quedado más, ¡y había que reponerse sí o sí!…Así pues, el recuento de ese tiempo, hace muchos años, llegó a mi mente como por arte de magia y por ende sabía que una vez más estaría aislado. Pero hoy es por una condición inimaginable; hoy tenemos herramientas tecnológicas que hacen más llevadera la situación, aunque no dejo de extrañar las tareas profesionales y a la gente que me rodea. Hoy es un tiempo completamente diferente, pero sigo insistiendo que la unión hace la fuerza y el amor de la familia saca a flote todo. Como es sabido, esto genera otras tantas cosas, incluidos los desacuerdos y las diferencias, pero como dijo el Rey Salomón: “…aún lo peor, esto también pasa…todo pasa…”

La vida sigue y seguirá, de eso no tengo la menor duda, solamente que acá hay una condición netamente individual y colectiva que debemos entender y afrontar, este aislamiento sirve para evitar una devastación total, entonces lo menos que tenemos que hacer es ENTENDER que si hacemos lo que nos toca, al menos seremos testigos de los grandes cambios y retos que esto traerá. A cualquier nivel de la vida se puede y se podrá, así el deporte, la cultura física y la activación, escenarios que derribaran fronteras y panoramas desoladores para salir airosos el día de mañana para jugar y competir con la alegría que caracteriza, con el alto sentido de responsabilidad social invitando a todos a no claudicar y desarrollar un estilo de convivencia sana a través del deporte. Este es un sinónimo de fe, de esperanza, de luz, motivos de orgullo y satisfacción que nos enseñará una vez más, a validar la total aspiración del deporte y la vida: ser feliz y disfrutarlo aquí y ahora porque quizás allá…nada, absolutamente nada sea igual…

Pásenla bien!!!