Más allá de la protesta, ¿qué sigue?

Juventud, divino tesoro, es el nombre de uno de los poemas de Rubén Darío, que alude a este sector de la población que de acuerdo con el INEGI (2019), en México, representan alrededor de 30.7 millones; es decir, 24.6% de la población total.
Los jóvenes constituyen este sector de la población que históricamente ha impulsado cambios sociales en todo el mundo que, de manera reciente está dando grandes lecciones a la sociedad al organizarse para defender ciertas causas y alzar la voz en contra de aquello que consideran injusto sin embargo, ha cobrado relevancia al emerger con gran fuerza pero, con elementos adicionales como el hartazgo y cierto encono social.
Las nuevas generaciones están ejerciendo su derecho a la libertad de expresión (art. 6°) y, su libertad de reunirse (art. 9°) al comenzar a visibilizar mediante protestas, marchas y el paro en algunos espacios universitarios un problema que no es nuevo, que se decidió minimizar o pasar por alto, pero la realidad es que ha estado entre nosotros, en los hogares, en las calles, en los espacios de trabajo y al interior de las aulas, me refiero a la violencia en contra de las mujeres, el acoso y el hostigamiento sexual.
Las universidades se han convertido en esa caja de resonancia de lo que sucede en el país, es el espejo de lo que ocurre en la cotidianeidad y que muestra una realidad que va más allá de un salón de clases, que nos hace ver que se necesitan cambios profundos y urgentes; estructurales y culturales que ante la crisis que hoy se vive, brinden la posibilidad de construir algo mejor para los universitarios y para la sociedad, sin dejar de lado que la lucha fundamental se encuentra en la construcción de significados en las mentes de las personas, donde la convivencia entre seres humanos se dé en un clima de igualdad y de respeto.
La forma y la manera en que se han llevado a cabo las manifestaciones de los jóvenes han llevado a fuertes señalamientos, donde mucho han contribuido los medios de comunicación al colocar la idea de que la protesta social representa disturbios y violencia, pero en un país donde la impunidad alcanza más del 95% en la mayoría de los Estados, si no era así, ¿Cómo? Y si no era ahora, ¿Cuándo?
La lucha y la causa que defienden los universitarios es totalmente legitima, por lo cual, resulta innegable que algunas universidades y facultades se encuentran frente a un gran problema pero a su vez, frente a una gran oportunidad de trascender mediante un diálogo que permita generar acuerdos y tener un nuevo comienzo y más allá de buscar responsables, pensemos en plantear soluciones ya que a todas y a todos, nos conviene que la situación se resuelva.
Las aulas necesitan de sus estudiantes, la sociedad tiene grandes expectativas en los jóvenes y universitarios como motor de cambio social. Las acciones llevadas a cabo no serán justificables para gran parte de la población pero, ante un escenario donde no ven un presente y un futuro en el que realmente sean tomados en cuenta, es la válvula de escape que han encontrado para expresarse.
Ser joven no es tan sencillo, las valoraciones negativas han crecido y al ser joven se corre el riesgo de ser culpable de todo hasta demostrar lo contrario. El problema que hoy enfrentan las universidades, es muestra de una descomposición social generalizada y de un tejido social cada más débil y ante la indolencia de las autoridades no solo de ahora, sino de administraciones anteriores y a todos los niveles, alguien tenía que hacer algo y los jóvenes están decididos y no están dispuestos a esperar ¿Por qué? Por qué ya esperaron suficiente.